Reflejos XI (Primera parte)

La decisión había sido tomada. Ahora sólo le quedaba esperar por el éxito del cometido, que como fue acordado llevaría él mismo a cargo. En caso contrario... en caso contrario el azar repartiría sus cartas de juego.

Perfectamente al tanto, sabía que un acuerdo con el Leviatán sería probable únicamente por su puro deseo o convicción, puesto que ellos no estaban en posición de ofrecerles algo a la altura de las circunstancias. Quién sabía el precio que exigiría a cambio. En cualquier caso, marcharía a ello, temiendo en cierta forma los movimientos de su hermano en su ausencia, mas si todo iba bien, poca sería su ausencia. Y en cuanto a Lyselle, la llevaría consigo, de esa forma evitaría divagar permanente sobre su bienestar, quedando en sus manos únicamente su bienestar, obligado con ello a dejar el país con la mayor discreción posible.

Nada más posar sus pies sobre la superficie pulida del gran salón, observó a Ekain aguardando, hasta quedar a su altura inclinando la cabeza a modo de saludo.

-Bienvenido de nuevo, señor.

-Hola Ekain. ¿Alguna novedad?

-No, señor. Nadie ha vuelto a intentar inmiscuirse en el palacio.

-Tal como suponía. ¿Y Lyselle?

-No la he visto durante el tiempo que he estado por la planta baja, deduzco pues, que algo habrá atraído su atención en los pisos superiores.

-Bien, gracias Ekain.

-¿Desea algo más, señor?

-Ah, sí. Me ausentaré unos días. Buenos nos ausentaremos. Prepara algo de ropa formal para ambos con la máxima celeridad posible.

-Así se hará-y en unos instantes estaba fuera de la vista.

Edwing avanzó con paso firme por la elegante escalera, intentando adivinar donde estaría la chica. Dejando a su instinto guiar sus pasos, éste le impulsó a tomar una pedregosa escalera de caracol que desde unos de los rincones del pasillo, se alzaba con elevada pendiente. Suavemente remontó ascendiendo los escalones y se detuvo ante la primera puerta que apareció ante su mirada, situada en el pasillo central.



Ansioso por los nuevos sucesos, abrió la puerta sin percatarse del lugar que se ocultaba tras ella, ni de que tal vez fuese necesario llamar. Por lo que al hacerlo, la visión dada por sus ojos, fue la menos imaginada.

El amplio espacio respiraba una atmósfera vaporosa de fragancias indeterminadas, empañando los grandes espejos que abrazaban sus paredes. Murmullos de aguas fluyendo desde las griferías en forma de estrella sobre una profunda y amplia tina anclada en el suelo reverberaban sobre las paredes como una suave melodía. Alrededor de ella, cuatro columnas de capiteles en forma de alas ofrecían toallas a sus usuarios, y sujetaban una bóveda que emulaba un cielo nítidamente estrellado. Mas la suntuosidad de la estancia no representaba motivo alguno de alteración. El verdadero motivo emergió de entre las brumas. Allí se encontraba ella, al pie de un sendero de ropa, la piel resplandeciendo a la luz de las velas cuya luminosidad emergía de varios lugares, con ojos de sorpresa en su cara ante el intruso.

-¿Qué haces?-quiso saber.

-P-perdona... No imaginé que estarías....

-Cierra la puerta al menos-expresó con total naturalidad.

-¿Cómo? Ah sí, sí, claro- Y con un gesto brusco la cerró, yendo después hasta la figura, abrazándola por detrás automáticamente.

- ¿Qué haces?-salieron sus palabras sin darse cuenta que sus manos ya trazaban senderos por la piel femenina. Deleitándose con el tacto de la piel de sus senos, acariciándolos circularmente buscando sus pezones. No obstante, a centímetros escasos de coronarlos, ella abandonó su contacto.

-Iba a bañarme, sino te importa.

-P-por supuesto que no – habló, con las palabras atoradas en la garganta y sin encontrar nada interesante que poder mirar.

-Bien, entonces haz algo.

-¿Algo?

-Es que estás en medio, quédate o sal. Como prefieras.

-¿Me estás insinuado que...?

-Te estoy diciendo que yo voy a bañarme. Tu elección depende de ti- y aclaradas las dudas, le esquivó y dando un par de zancadas se lanzó con gracia a la nítida superficie rompiendo su utópica perfección.

Tragó saliva al ver su cuerpo desnudo saltar grácilmente, zambulléndose con sus pechos balaceándose en una hipnótica danza, desapareciendo sus piernas en esa agua a la cual ahora envidiaba. Pasmado en su estado, no supo percibir que aquella sirena emergía delante de su visión, con perlas incoloras serpenteando su figura, hipnotizado con algunas que desde su pelo se escurrían por sus pechos hasta volver a unir sus cauces en algún rincón secreto de entre sus piernas, acompañadas permanentemente por sus hermanas. Sugestionado visualmente, se arrodilló sujetándola por la cadera y empezó a lamer una gotita traviesa a la altura de su pubis, delineando todo su contorno con sus manos, ascendiendo y conectando la lengua con su vientre, tembloroso debido a la humedad ejercida, resiguiendo sus costillas y el canalillo, terminando finalmente en su cuello, chupando desesperadamente las marcas moradas.

-¿Has decidido que vas a hacer ahora?-murmuró.

-Mmmmmmm- le respondió, incapaz de algo coherente perdido como estaba en su tacto.

No pronunciaron nada más, y enseguida él se vio irremediablemente arrastrado por la corbata hacía adelante, presintiendo sus intenciones pero incapaz de detenerlas. Poco transcurrió cuando de un súbito tirón y un leve golpe, aterrizó en la bañera sujetado a su cuerpo como un náufrago, inmediatamente captando las vibraciones de su cuerpo y su risa resonando como una suave canción, despertándolo de su sopor.

-¿Pero qué has hecho?

-Bueno, como estabas como un espantapájaros ahí en medio, lo he solucionado.

-¿Tirándome a la bañera? ¿Era esa la única opción?

-No, pero si la más efectiva. Y además, es hora de bañarse.

-Eso también es verdad.

-¿Ves como estás de acuerdo conmigo?- cuestionó con una inocente sonrisa, y las manos detrás de la espalda.

-Tendré que quitarme la ropa al menos.

-Trae, ya lo hago yo-propuso juntándose lo más posible a él.

Con manos ágiles, aflojó el nudo de la corbata y desabrochó los botones de su camisa al igual que los de su pantalón.

-Veo que te has dejado la camisa por fuera-pronunció sobre sus labios.

-Eh... sí. Es menos formal llevarla así...

-Bueno, esa excusa es nueva. ¿Tu sales en las fotos?-le cambió el tema dejándole anonadado.

-Pues no. ¿Por qué?

-Lástima, porque ahí todo empapado y semidesnudo serías la fantasía de cualquier mujer.

-¿Te gustaría que lo fuera?-le preguntó agarrándola por la cintura.

-Podría ser un buen negocio...-le respondió mirándolo fijamente.

-Pues es una lástima, pero te quedarás sin él. Mucho me temo que tendrás que conformarte con guardar la imagen en tus retinas-la tentó seductoramente.

-Eso me temo. Bueno, creo que lo podré soportar-y de pronto se sumergió en el agua sin pista alguna sobre la incertidumbre de su acción.

Pronto sus manos le dieron la pista, al sentirlas descender por sus piernas, con clara intención de descalzarle, cosa que él colaboró en realizar, contemplando a su sirena emerger con sus zapatos en la mano.

-Creo, que están un poco inservibles-anunció dejándolos al borde.

-Lo único que yo creo es que desde que estás aquí, me has arruinado más ropa en apenas un día que en toda mi vida anterior.

-¿Tienes quejas?-amenazó presta a marcharse de allí.

-¿Tu qué crees?-y llevó su mano hasta la parte de su anatomía que empezaba a despertar dentro de su pantalón por debajo del agua.

-Esa parte no, ¿pero y tú?-se empezaba a mostrar indecisa e insegura.

-No. Podrías arruinarme el armario entero sin necesidad de encontrarnos en estas situaciones que me daría igual. Mientras estés a mi lado me da igual tener que renovar el vestuario.

-¿Me dejarías ayudarte?-volvía a la confianza de antes.

-¿A qué?-cuestionó no muy seguro de los rumbos de sus conversaciones.

-A elegir tu ropa... Bueno la que te quede, porque no sé si aquí tendréis muchas tiendas...

-En realidad se la pido a Ekain

-¿El fantasma de antes?

-No es fantasma. Es un vampiro. Y si, es él.

-¿Por qué él si puede estar por aquí? – se interesó, recelo infantil tiñendo la pregunta.

-Porque es mi mayordomo, ayudante, guardián, maestro... y súmale un montón más de cosas.

-Vamos que le quieres como a un padre.

-Algo así. ¿Tan fácil soy de leer?

La vio encogerse de hombros con naturalidad antes de contestar.

-Para mí, sí.

-La verdad es que mi padre nunca se ha ocupado demasiado de mí. Decía que un futuro rey debía acostumbrarse a la soledad de su deber, y no fiarse nunca de nadie. Para él la estima por alguien nublaba el juicio, no siendo capaz de pensar objetivamente sobre las personas.

-¿Te criaste sólo?

-Sí, bueno no. Ekain me enseñó todo lo que debía saber, y en menor medida me instruyó en lo que necesitaría saber para mi cargo. Pero si te refieres a con amigos y cosas así, pues si.

-¿Y tu hermano? Al que mencionaste antes

-A él se le permitió todo lo que yo anhelaba.

-¿Entonces por qué comentaste antes aquello de él?

-Verás, igual que los humanos son distintos, nosotros también. Cada uno posee metas distintas. Mientras yo hubiese preferido una vida normal, dentro de lo posible, él es ambicioso desde niño. Deseaba y desea mi posición. De igual forma que a mi me pasa con la suya.

-¿Y no podéis intercambiarla?

-No es tan sencillo... Mi padre, ni la mayoría del consejo confían en él. Temen que nos venda por sus ansias de poder.

-¿Vender a quién?-interrogó con extrañeza.

-No te lo quise decir anteriormente, pero lo cierto es que estamos en guerra.

-No lo parece.

-Nuestros vecinos lo están. Nosotros aún permanecemos neutrales, pero temo que no durará mucho. De hecho, de eso quería hablarte.

-¿A mi? Si no sé nada de este mundo.

-No. Ya te he dicho que somos neutrales, pero nos presionan para tomar parte. Se ha acordado tratar una posible alianza con los dragones que nos ayude a mantenernos como hasta ahora. Es por eso por lo que he de marcharme a tratar el asunto con ellos. Y bueno, si decides quedarte te llevaré conmigo.

-¿A ver dragones? ¿En serio existen?-exclamó contenta.

-Existen sí. Pero no te refieras a ellos como si fueran atracciones, que menudo genio gastan.

-Lo que no entiendo es porque tienes que ir tú.

-Los dragones son orgullosos de por si. Así que imagínate su líder, el Leviatán. No creo que caminando sobre el abismo como nos encontramos, sea bueno provocarle mandando a tratar con él a alguien de inferior rango.

-Cierto... Una cosa...

-Dime.

-¿Qué es este mundo? ¿Cómo llegaste al mío?

-Es una especie de realidad paralela, o más bien un submundo del humano. Los vampiros podemos cruzar la barrera que los separa.

-Por lo sangre humana...

-Así es... Alimentarnos sería ardua tarea sino pudiésemos atravesarla-respondió sin atreverse a mirarla.

Ella se sumió pensativa en la nueva información, ajena a todo, por lo que él pensó que sería un buen momento para deshacerse de la ropa mojada, dado que en constante remojo no se secaría. En mitad de dicha acción se hallaba, despojado ya de la gabardina y la camisa, cuando presintió que ella había abandonado ya su mundo de divagaciones.

-Mi respuesta....-comenzó, mientas le liberaba de la corbata.

-¿Sí?

-Debo responderte...-enseguida notó sus manos enlazadas a las suyas, percatándose del sudor que las cubría.

-Dámela pues.

-Verás... En vista de que me has dicho que me despreciaran igual... Prefiero quedarme... pero como humana.

-¿Te han convencido los dragones?-formuló él, con intención de relajar el ambiente.

-No, no es eso. Sé la vida que me espera arriba o donde quiere que esté. Allí no tengo a nadie como tú, que cada día me abres expectativas nuevas y me haces sentir querida y protegida. Allí me siento perdida y atemorizada. Por otro lado, no sé que me depara este lugar, así que pienso que debería intentarlo al menos, para no arrepentirme en lo que me quede de vida. Y si en algún momento vacilo, prosiguiendo como humana al menos podré regresar, si no te importa y me permites volver- concluyó.

-Te prometo por mi rango y con mi corazón, que si tu deseo es volver, lo cumpliré y desapareceré de tu vida para siempre -juró ante ella hincando una rodilla en el fondo de la tina y besándole el dorso de la mano.

-¿Y mi sangre?

-Renunciaré a ella.

-No, si me marcho, al menos deseo dártela. No quiero estar en deuda contigo.

-No la deseo si es por obligación- constató con voz grave.

-Te la doy en agradecimiento por haberme amado y dado una opción que jamás imaginé tener...

-En ese caso, si tan segura estás, que así sea -accedió abrazándola con fuerza contra si-. ¿Lyselle?

-¿Qué quieres?

-¿Puedo besarte?

-¿Desde cuándo me pides permiso?

-A lo mejor no te gustan mis confianzas...

-Claro que puedes.

Y buscando sus labios se los besó dulcemente, dejando la esperanza de su deseo en aquel contacto etéreo de ese momento, expresando sin palabras lo que su corazón demandaba a gritos. Finalmente se separaron.

-¿Entonces cuando nos vamos?-quiso saber ella.

-Pues cuando termines de bañarte.

-¿Y tú?

-Mejor cuando lo hagas tú.

-Pero es que si te vas, no podré probar lo que tengo ganas de hacer.

-¿El qué?

-¿Me das permiso para hacerlo?

-Supongo que sí.

Desconcertado ante aquel nuevo giro inesperado, la divisó alzándose sobre el borde y sentándose suavemente en él, alargando su brazo indicándole que se aproximase. Así hizo, aprisionado en el momento por sus piernas desnudas y sus brazos tras su espalda, acurrucada junto a él.

-Para esto no necesitas permiso-dijo acariciándole el pelo.

-No es sólo esto- y la piel masculina de su abdomen advirtió las dulces caricias femeninas, buscando sus pezones que masajeó con tierna dedicación, incrementando su dureza, que al presentirla, no dudo en morderlos que delicadeza, obteniendo un gemido de su parte. Al ver que no le dolía, aumentó el ritmo sobre ellos, succionando con su boca y jugando con su lengua con ellos, alternándolos, erigiéndose orgullosamente en la boca de ella. Dando por satisfactorio su trabajo, se concentró ahora en su cuello, dándole pequeños besos, empezando con su nuez y subiendo garganta arriba, marcando toda su barbilla, perdiendo las manos en su pelo negro, allí donde ocultaba sus ojos. Sin dejar de volver a sorprenderse ante el tacto, suave como la seda.

-Que pelo más bonito -no puedo evitar observar aparcando sus besos.

-Bueno no me puedo quejar, la verdad

-Siempre quise que el mío fuese así-confesó con una sonrisa, deslizando sus dedos por el pelo que le ocultaba el cuello por detrás.-Lo que no entiendo es porque siempre ocultas tus ojos-observando claramente sus ojos ahora despejados por ella directamente.

-Porque son el reflejo de mi alma, y en según que ocasiones no es bueno que te lean como un libro abierto – se sinceró, intentando agachar la mirada, a lo que ella no se opuso.

-¿Hay mucha gente capaz de hacerlo?

-No...

-Entonces espero poder llegar a ser la única capaz.

-Ya lo haces. Cambiando de tema, deberíamos irnos.

-No.

-¿No?


-Quiero hacer algo antes, ya te lo dije...

-Con tu habilidad para desviarte del asunto no sé yo si acabaremos algún día... ¿Qué quieres con tanta urgencia?- se interesó algo impacientemente

Distraído atendió al espectáculo dado, fijándose en como agachaba la cabeza con vergüenza y nerviosa se frotaba sin notarlo el puente de la nariz.

-Quiero... que me hagas el amor... Es que como no se cuando volveremos, y tampoco me parece lícito de hacerlo considerando el motivo del viaje...

-¿Tanto te gusta?-preguntó divertido, obligándola a mirarle a los ojos.

-Creo que sí...

-¿Crees?

1 comentarios:

Uy!
Que lo dejaste en lo mejor >.< xD

Publica prnto^^
Besoos!

 

Publicar un comentario