Profecía del olvido





Otra historia (o rallada) más, aunque no sepa si hay alguien q la lea o le interesa, pues ahí está. Y todo sea dicho, esta historia es de las que a mi personalmente menos me gustan






El fénix se alzaba en la lejanía del horizonte del firmamento anunciando la llegada de la noche con su elegante vuelo mientras iluminaba por última vez hasta los recónditos lugares de todo el sistema.

Aquella noche los dioses regentes de cada uno de los nueve planetas de la Vía Láctea estaban convocados a una fiesta para celebrar la victoria conseguida en la última batalla contra los titanes. Los dioses menores también se encontraban allí compartiendo la alegría de saber que tendrían paz al menos durante algunos años, pero algo estaba a punto de cambiar.

No muy lejos del lugar, entre las sombras del palacio se cernía una amenazadora sombra de traición preparada por dos de las figuras a quienes los habitantes de cada uno de los nueve reinos temían más que a sus reyes divinos.

Entre las animadas conversaciones que convergían en aquel lugar, apenas eran audibles las siguientes frases:

-¿Y qué hacemos ahora?

-Esperar

-¿A qué?

-Pues a que los nueve se hayan separado, de esa manera serán menos poderosos.

-Pero…

-Y a que la luna llena se acabe de alzar en el cielo, así podremos invocar a las almas condenadas del río de la muerte. Ya me imagino la cara que se le va a quedar a Plutón…

-Pero sólo somos dos, ¿cómo atacaremos a los nueve? Mira ya es la hora, pronuncia el conjuro.

-Sombras del pasado, presente y futuro, esqueletos que os encontráis bajo tierra, banshees cuyos gritos hielan la noche, nigromantes que ilumináis los sueños rotos, almas condenadas al ocaso, yo os invoco ahora fieles acólitos para que os manchéis las manos de sangre una vez más y eliminéis toda esperanza de los nueve planetas regente.

Un grito atravesó la noche, y de pronto empezaron a surgir de todas partes todo tipo de personajes anunciados en el conjuro que se dirigían al palacio real que se estaba a muy poca distancia.

-Vamos.

-¿Adónde?

-A coronarnos señores de esta parte del universo.

-Aún no ha empezado la batalla, todavía pueden usar el objeto sagrado de la leyenda.
-Eso si existe.

Todos se reunieron en la gran sala de la fiesta donde en aquel momento ya no se oía la música. En ella se encontraban Mercurio, Venus, Gea, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón rodeados por el recién creado ejércitos de muertos vivientes.

-Bienvenidos al ocaso de la época de los dioses-dijo la sombra.

-¿Quién eres tú?- preguntó el señor de los dioses, Júpiter.

-La cosa a la que más temen la mayoría de humanos, la sombra de la muerte.

-Pero yo soy el señor de los muertos-protestó Plutón.

-En efecto, tú eres quien los gobierna, yo los mató.

-¿Y ella?- quiso saber el señor del tiempo, Saturno.

-Bueno se supone que es mi antítesis, la sombra de la vida. Aunque en realidad es un poco tonta para el rango que ostenta…

-Oye, sólo soy un poco inocente-dijo la aludida.

-Vale, vale, lo que tú digas. A lo que iba,… Pues miren ustedes grandes señores del Olimpo, me he cansado de ser sólo una sombra, y quiero hacerme con el poder. Así que ustedes verán, o se rinden por las buenas o emprenden batalla con mi ejército personal.

Y les mostró al conjunto de nigromantes, almas, banshees, esqueletos…

-Decidan…

Varios truenos salieron de las manos de Júpiter, mientras Saturno paraba el tiempo y Mercurio salía volando al exterior, gesto del no se percató la sombra.

-Que empiece pues la última batalla de los dioses.

En un instante la sala y el exterior se veía indundada por una lucha cruenta. Los rayos de Júpiter y las aguas enfurecidas de los mares invocadas por Neptuno eran detenidas por los nigromantes, mientras que las banshees intentaban evitar la alteración del tiempo de Saturno y la posible ayuda de Gea. Afuera, almas, sombras y esqueletos contrarrestaban el ataque de las flechas de Venus, las afiladas armas de Marte, la fiereza de Urano y el barquero Caronte y el perro de tres cabezas que guardaba la puerta del infierno, a cuyo señor, Plutón, habían hecho venir.

-¿No decías que los atacaríamos por separado?- preguntó la sombra de la vida.

-Bueno, al final hemos improvisado un poco…

-¿Por cierto no falta alguien?

-¿Quién quieres que falte?

Las dos sombras se fijaron en la salvaje batalla que se desarrollaba ante sus ojos.

-Mercurio, el mensajero.

Un rayo de luna cruzó el cielo, iluminando a Mercurio seguido por los dioses menores que portaban una espada y un arco para entregar a Júpiter.

-¿Pero qué es eso?

-La legendaria espada-contestó él.

-¿No decías que no existía?- preguntó la vida.

-Cállate- le contestó la muerte.- ¿No te ibas a encargar del mensajero tú?
¡Nigromantes tenéis que detener el poder de esa espada!

-No podemos, señora. Aún está vacía. Su magia surgirá cuando se una el poder de los nueve.

-¡Haced lo que sea! No podemos terminar así…

Los nueve dioses se reunieron en torno a la espada creando un escudo impenetrable para el ejército de muertos.

-Es lo último que nos queda, tenemos que salvar el cielo estrellado de la Vía Láctea- dijo Júpiter. Reunid vuestros atributos en la espada.

Las nueve armas con las que habían luchado hasta el momento se unieron en el filo de la espada. En aquel instante la tensaron en el arco y la dispararon al cielo nocturno.

El ave fénix apareció de nuevo en el cielo y el repentino silencio se llenó de gritos que reclamaban a los muertos y a las almas. El poder que surgió de la espada hizo desaparecer a los nigromantes y las sombras, quedando otra vez todo tranquilo. Unas campanas sonaron a los lejos.

-Habéis perdido.

-Seréis desterradas junto a los Titanes.

-Te equivocas, es cierto, hemos perdido, pero cada vez seremos más fuertes. Nuestro poder crece junto a las creencias de la gente. Vosotros os desvanecéis mientras que nosotras tomamos fuerzas. Recordadlo, porque volveremos a vernos.

Y las dos sombras se disolvieron en la lejanía, dejando a los dioses en el más absoluto mutismo.

-¿Es eso cierto?- preguntó Gea.

-Sí, nuestras tradiciones pierden fuerza, y nos hace debilitarnos- dijo Júpiter.
-Entonces estamos abocados irremediablemente al fracaso- comentó Saturno.

-Así es, algún día volverán y desapareceremos igual que la luz engullida por los agujeros negros… - se lamentó Venus.

-Ojalá ese tiempo quede muy lejano-deseó Neptuno.

-Ha sido una noche muy larga, volvamos- propuso Plutón.

Y las últimas palabras fueron apagadas por el eco del reciente canto de los pájaros que ya entonaban su matinal canción.
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Reflejos, Capítulo I



Pues ahora que están tan de moda los vampiros, aquí viene otra... Si es que soy de un original... Bueno es erótica, salvo eso, pues no sé que más decir... que a ver si os gusta




Vagaba por las calles solitarias, arrastrándose entre los oscuros rincones de callejuelas abandonadas con la desolación y el fracaso impregnados en cada centímetro de su piel, mientras los últimos retazos de esperanza iban muriendo con cada paso que daba entre los lamentos silenciosos que abrumaban su corazón y su alma. Se sentía tan cansada de fracasar en todo lo que se proponía, sin encontrar algo para lo que pudiera servir, se ahogaba entre murmullos de gente que ignoraban su presencia y los lamentos silenciosos que clamaban por una razón para vivir que no terminara en una decepción previa a infinidad de ellas. ¿Tenía derecho a seguir viviendo? ¿Por qué tanta gente mejor que ella lo hacía, y ella seguía respirando contra su voluntad? Voluntad cobarde incapaz de ponerle fin al dolor, a pesar de que lo único que quería era irse a dormir una noche y permanecer en el mundo onírico de la realidad en el cual podía hacer realidad tantos sueños que la vida se encargaba de destrozar día a día, hora a hora, minuto a minuto... Su mayor temor eran las decepciones y de eso se embriaga su rutina, quizá era injusta y se quejaba sin motivo porque se lo merecía, pero si ese fuese el motivo, ¿por qué se empeñaba el destino en dejarla seguir viviendo? Se sentía tan ruin, hipócrita, sucia al sentir envidia de todos aquellos que eran amados, apreciados, admirados, que tenían algo que ofrecer... Pero ella, en cambio, decepcionaba y dañaba a cualquiera que depositaba su confianza en su persona, decepción... odiaba esa palabra, la destrozaba un poco más por dentro, carcomía su autoestima hasta el punto de que cada vez que volvía a su mente sentía unas terribles ganas de dañarse a si misma, como castigo por no ser lo que los demás esperaban, de traicionarles aunque sólo fueran actos interesados...

Se detuvo en la entrada de un callejón mal iluminada rodeado de penumbras en el que cualquiera habría evitado meterse, sin embargo en su estado catatónico la precaución o la alerta poco importaba su bienestar, tal vez alguien así le haría un favor y a pesar del sufrimiento la haría sentirse viva, de cualquier forma, eso era lo que deseaba.

Sus pasos le encaminaron hasta el fondo de aquel estrecho lugar hasta que se detuvo al llegar a la pared que lo dejaba sin salida y se apoyó de espaldas a él sin ver nada de lo que la rodeaba. Buscaba el peligro en cada rincón, para que otro hicieran lo que ella no se atrevía, era consciente de ello. Cobarde, cobarde... repetía su mente, mas pronto las paredes del lugar se le unieron y con las verdades resonando en su ser se sintió un poco más miserable, resquebrajándose los últimos retazos de su dignidad rota empezó a notar el candor de las lágrimas que descendían extrañamente cálidas por sus mejillas, al igual que ella lo hacía deslizándose por la pared en la que estaba apoyada al ser incapaz sus rodillas de sujetar su peso, dejándose llevar por la desesperación hasta que sintió el sucio suelo en el que estaba sentada, momento en que la rabia suplantó al anterior sentimientos y con los ojos borrosos por las lágrimas buscó a su alrededor hasta que encontró los restos de vidrio roto reposando un poco alejado del lugar en el que se encontraba. Sin pensarlo dos veces, y sin apenas fuerzas se acercó arrastrándose a gatas hasta allí, y una vez los tuvo al alcance de la mano, cogió uno de los trozos cuyas aristas estaban más afiladas y lo levantó por encima de su cabeza hasta que pudo contemplar como la luz de la tímida luna creciente lo atravesaba. Y sin un pensamiento racional, sin una vacilación se miró el antebrazo y con todo el dolor reprimido lo enterró en la piel pálida de esa zona y mordiéndose la lengua para no quejarse por el dolor se cortó horizontalmente desde el lugar en el habían tomado contacto las dos cosas. Pronto notó el fluir de su sangre por esa reciente herida, trazando un camino de rastros carmesí hacía abajo y cuando juzgó suficiente el corte dado, apoyó el brazo en el suelo y con rabia lanzó el cristal manchado de sangre lo más lejos que pudo, dejándose embargar por la sensación de irrealidad que amenazaba con sumirla en el sueño, por lo que se tumbó en el suelo en posición fetal mirando a ningún punto en concreto, dejando pasar un tiempo que para ella en esos momentos había perdido su importancia.


Se despertó al percibir unos pasos acercándose, y enfocó sus ojos en la realidad que la rodeaba para intentar convertir la desorientación de su mente en conocimiento sobre donde se hallaba y pronto recordó sus últimas acciones antes de dormirse sin saber exactamente como y así dirigió su mirada hacía la herida por la cual ya apenas se derramaba sangre y observó como tenía todo el brazo manchado de sangre reseca .La oscuridad seguía presente así que no debía haber pasado demasiado tiempo, la única alteración visible respecto a la situación anterior, parecía ser la extraña inquietud patente en cada punto de aquel lugar, como si los ruidos de la noche hubiesen desaparecido dando paso a un lúgubre silencio, en el cual podía escuchar su propia respiración agitada por esa repentina interrupción para que la que no estaba preparada.

-Seas quien seas, no eres bienvenido.

Los pasos siguieron acercándose inalterados ante la afirmación, resonando con contundencia en las paredes y ella por algún motivo insospechado sintió como un escalofrío le subía por la espalda hasta que fijó su mirada en dos pozos de un azul insondable perteneciente al dueño de las intrusas pisadas.

A unos diez metros de ella, se hallaba el dueño de esos ojos, un hombre del que no sabría precisar la edad, de rostro de marfil demasiado perfecto para ser real en el que no había ninguna expresión, de pelo oscuro ligeramente largo, vestido de negro y alto, rodeándolo todo con su presencia e imponiendo un temor incapaz de sobreponer.
Él le devolvió la mirada sosteniéndose sin amedrentarse hasta que ella no pudo soportar más aquel escrutinio silencioso al que se sentía sometida y dominada desde el suelo y desvió los ojos al suelo. Mientras él, sabida ganada esa batalla, centró su atención en el rincón donde se encontraba, siguiendo el rastro carmesí visiblemente marcado en el suelo hasta que contempló la herida y que ante el olor penetrante de la sangre notó que esa herida seguía abierta, por lo que no dudó en acercarse a ella hasta arrodillarse y quedarse a su altura, ante lo que ella se apretó todo lo que pudo a la pared para escapar de esa cercanía que la atemorizaba y la hacía temblar, pero el hueco entre la pared y su espalda ya no daba para más y pronto se encontró acorralada y sin poder salir de allí.

-¿Qué vas a hacerme?

Su pregunta quedó sin respuesta, pero no así sus acciones, puesto que él le cogió la muñeca del brazo ensangrentado se lo levantó hasta llevarlo a la altura de su cara y empezó a lamerle los restos de sangre resaca con delicadeza y evitando tocar la parte que se veía infectada y que aún no se había cerrado. Ella se estremeció ante el gesto, y sintió calor en las mejillas al sentir sus lengua y su saliva húmeda sobre la piel, esperando que el no notase su vergüenza ante algo que nunca le había pasado.

Pronto terminó con lo que había estado haciendo y ante eso le vendó la herida con unas vendas que se sacó del bolsillo, como si supiese que lo que estaba por venir. Una vez hecho aquello, volvió a cruzar su mirada con la de ella, y sin previo aviso la recostó contra la pared y fue acercando su rostro buscando el contacto de sus labios hasta rozarlos en una caricia casi imperceptible con una timidez impensable en alguien que parecía dominar toda la situación desde el principio. Al ver que ella no se resistía cerró la última distancia entre los dos y la besó, con ternura y delicadeza al principio, probando el sabor de sus labios inexpertos para después dar paso a una furia y pasión que mostró con la necesidad de entrar en su boca cuando le mordió el labio inferior para pedir permiso para hacerlo, cosa que hizo cuando ella la abrió y continuó profundizando el beso hasta que se separaron por falta de aire, con expresión impenetrable él y avergonzada ella, por lo que evitó mirarle.

-Yo... es la primera vez que hago algo así, no pienses que....

Él ignoró el comentario y poniendo sus manos en su cintura, la levantó al ponerse él también en pie y sin ni siquiera pensárselo la arrinconó otra vez contra la pared y uniendo sus dos muñecas sobre la cabeza volvió a besarla, primero en los labios para después continuar bajando delineando su mandíbula hasta el cuello, con una furia que ya nada contenía y de la que fue consciente cuando al ir a morderla el cuello notó el candor del torrente de lágrimas que se agolpaban en sus ojos y ella se esforzaba en retener en sus ojos. Se apartó recuperando la cordura que por un instante creyó haber perdido y le cogió la barbilla para que levantara la cara y poder tenerla frente a frente.

-Lo siento-dijo apenas en un susurro, liberando el agarre de sus muñecas y alejándose unos pasos de ella.

Fue al escuchar aquella frase, con su voz tan profunda y tan distante que despertó del sueño en el que se sumió cuando empezaron el primer contacto y ante el que por lo inesperado no supo como responder excepto dejándose llevar sin enterarse de las acciones que él pretendía realizar hasta notar como algo puntiagudo intentaba adentrarse en su cuello.

Al notar su silencio, él continuó hablando.

-No pretendía hacerte nada malo, sólo que al no decir nada yo pensé que...

Ella le silenció poniéndole un dedo en los labios para dejarle que le explicase.

-No pasa nada, no estoy acostumbrada a cosas como esta y al no conocerte me imaginé otra cosa.- dijo con la sombra de tristeza adueñándose de sus ojos.

Era la primera vez que le veía una expresión en toda la noche, y que además le escuchaba, y lo único que tenía en mente en ese instante es que al contrario de la desconfianza que le debía inspirar, sentía una sensación de paz que jamás pensó encontrar. Después de sus últimas palabras se sumió en un silencio que ella pensó necesario romper.

-Gracias, por curarme la herida.

-No deberías dar las gracias por algo que no querías.

-No entiendo a que te refieres.

-Esa herida te la hiciste tú, no fue ningún accidente, yo impedí lo que realmente anhelabas.

Ella intentó sonreír ante aquella afirmación, como una niña que ha sido atrapada haciendo lo que no debía, pero pronto se dio cuenta que lo que debía tener en la cara era una mueca horrorosa.

-Aún así gracias, pero no diré que sienta lo que hice. Y aunque no tenga nada que ver con esto... ¿sabes qué tienes los ojos más bonitos y tristes que he visto nunca?

-¿Y a ti nadie te ha dicho que tu sonrisa lo único que encierra es falsedad e hipocresía?

Aquello último la devolvió a los segundos previos antes de dormirse estando sola en el callejón y algo en su interior se volvió a revolver, con furia, dolor y decepción. Cobarde.

No necesitaba escuchar nada ya, otra broma cruel, hubiese preferido algún dolor físico como el que creía que le iba a infligir al principio, no esas palabras, no ese dolor. Si eso justificaba su presencia, que buscara otra diversión esa noche, ella no sería su payaso para divertirle. Así que recompuso una vez más la indiferencia que se convencía en sentir y en pasos decididos le pasó de largo dispuesta a marcharse de allí. Pero no le dio tiempo, ya que él le había cogido del brazo reteniendo su huida y se dispuso a hablar de nuevo.

-Además de dolor, desolación, soledad y sufrimiento, es por eso por lo que me gusta.
Se adelantó un poco para estar frente a frente, y ella pudiera ver en sus ojos que decía la verdad.

-Eres tan frágil como la porcelana y te comportas como si nada ni nadie pudiera dañarte.

Afirmó con un aplomo poco normal en un desconocido. Le observó desviar la mirada al cielo, y siguiendo su gesto se fijó en los ciento de lucecitas titilantes que se dispersaban en la altitud en las que no había recaído antes y se dejó llevar por esa inmensidad que consumía a todos los que lo observaban.

-Si pudieras sentirte viva por una noche, ¿cómo lo harías?

-De alguna forma en la que me sintiera querida, dichosa y orgullosa de ser como soy, sin miedo a fracasar o a decepcionar, sabiendo que por una vez habré tenido éxito en lo que me he propuesto, sentir que soy importante para alguien.... En realidad no lo sé, creo que una cosa es sentirse viva y la otra desear ser algo que no soy, me siento tan perdida en este mundo...

-¿Te da igual de la manera que sea?

-Sí...

-Sabes en los que estoy pensando, ¿verdad?

-Me parece intuirlo.

-No solamente es lo que piensas... Sólo que me gustaría que me dejarás sentir esa soledad a mi también...

Esta vez fue el turno de ella para acercarse con timidez primero y decisión después y cuando estuvo a poco distancia, se puso de puntillas y le besó una vez más, con desesperación, dándole a entender la respuesta no pronunciada. Su súbita acción le tomó desprevenido al principio, pero enseguida se dejó llevar por el sentimiento y poniendo las manos en su cintura la ayudó a llegar a su altura, mientras ella se apoyaba en sus hombros. Pronto necesitó sentir la calidez de su piel impregnada de tantas sensaciones que ella desconocía que sentía, por lo que empezó a trazar con los dedos la curva que formaba su mandíbula para seguir bajando hasta su cuello, y enseguida sus labios siguieron el camino previamente marcado por sus dedos arrancándole un suspiro tenue ante el que su cuerpo se estremeció, motivo por el cual la miró a los ojos interrogante y ante la breve sonrisa que exhibió, supo que lo único que la carcomía era el no saber que hacer.

-Déjate llevar.- fue su respuesta.

Titubeó un poco pero pronto imitó el gesto anterior y buscó el hueco entre su cuello y su hombro, para posar sus dientes allí como marcando territorio y al estar tan cerca uno del otro, notó el bulto en sus pantalones y sin inmutarse deslizó su mano desde su marca dejada en el cuello hasta aquella parte, trazando sinuosos y tortuosos caminos que le hicieron perder su frialdad aparente y le arrancaron un gemido de placer.

-Soy buena aprendiz- dijo, a lo que él pudo ver la mirada entre inocente y sensual que se entremezclaba en sus iris.

-Lo sé, pero me gusta llevar la iniciativa.- sentenció y con esto, la dirigió hacía atrás y la retuvo otra vez contra la pared, con los brazos sobre la cabeza, y observó su pecho subiendo y bajando rítmicamente por lo que estaba viviendo y el matiz rojo que se apoderaba de su expresión.

Sin pensárselo dos veces, ni variar la posición, se inclinó un poco para seguir el camino por su cuello, a la vez que con la mano que le quedaba libre se fue apoderando de los botones del vestido que llevaba para ir liberándolos y dejar mostrar lo que se ocultaba bajo ellos. Lo hizo con tranquilidad, mientras sentía su excitación ir en aumento y los suspiros de ella se hacían más entrecortados hasta que al llegar al último, la apartó ligeramente de él para ordenarle que se dejara llevar entre las miradas cómplices que ambos compartían.

Él la alzó a peso, obligándola a rodear su cintura con las piernas mientras la sujetaba por debajo de las caderas, y dejando sus manos libres para que las usara para lo que considerara oportuno buscó hasta encontrar la postura adecuada con su pecho a la altura de su cara y pronto reinició su camino en el lugar donde hasta se detuvo, el principio de sus senos que ahora se hallaban únicamente ocultos por la ropa interior que llevaba puesto que los tirantes del vestido habían bajado hasta el lugar propicio para no estorbar, sin embargo pronto ella notó que algo molestaba en esa situación y arqueando la espalda, se llevó las manos a la espalda y abrió el impedimento para que él realizara lo que deseaba dejando que la gravedad lo arrastrase camino abajo con lo que él continuó su trayecto descendiendo con su lengua hasta el pezón que se había endurecido tiempo atrás, así que lo mordió y pronto al notar que aquello no le era suficiente, apretó más la pelvis contra la pared para poder liberar las manos que pronto llevó a cada unos de sus senos haciendo movimientos circulares alrededor de la aureola del pezón y subió su boca hasta la de ella marcando ese camino con saliva en su piel mientras hacía que ahogara un gemido de placer en su garganta al introducir su lengua en su boca y ella subía sus inexpertas manos hasta su pelo y perdía sus dedos en él.

Ella por su parte sentía la pasión a flor de piel, en cada poro de ella, estaba excitada y apenas le había hecho nada, era consciente de ello, sin embargo sus pensamientos fueron olvidados cuando notó algo caliente entre sus piernas y él dejó de entretenerse con su pezón para llevarla hasta ese lugar y empezó a acariciárselo con delicadeza pasando su mano una y otra vez, y con ese acto ella notó como el bulto que el tenía se abultaba y levantaba más de lo que lo estaba antes. Intentó protestar por no poder devolverla nada de lo que él estaba despertando pero su única respuesta fue volver a alzarla para depositarla en el sucio suelo tumbada pero con la cabeza apoyada en sus codos para poder tener su mirada enfrente y con sus fijos en los del otro, ella vio como delicadamente y de rodillas se acercaba a ella y metía sus manos debajo de la falda del vestido que aún llevaba puesto hasta llevarlas a la última prenda de ropa que estaba debajo y con tranquilidad la cogió y tirar hacía abajo deslizándola por sus piernas hasta que finalmente la tuvo a la vista y se la quitó tirándola lejos y desvió la mirada hacia su interior del cual nada podía privarle la visión. Sonrió al ver el líquido blanco resbalando entre sus piernas y se las abrió para colocarse entre ellas. La excitación que provocaba en ella era patente en cada gesto que llevaba a cabo, como en ese instante en que se tumbó del todo en el suelo y levantó la cadera sin vergüenza esperando algo, pero le apetecía seguir con aquello por lo que metió sus dedos en su vagina entremezclándolos con sus fluidos mientras los movía en su interior y sus gemidos iban aumentando de tono, hasta que los sacó y se agachó para sustituir sus dedos por su labios besándolo para luego ir mordisqueándolo hasta encontrar su clítoris para lamerlo suavemente, momento en que ella llegó definitivamente al orgasmo mostrándolo en sus gestos con los cuales intentaba reprimir lo que apremiaba en salir de su garganta. Por su lado, él se apartó para ver como eyaculaba y empapando los dedos en el líquido se levantó para que ella observara como lo probaba. Y desde su altura pude contemplar su cuerpo aún virgen resplandeciente bajo la débil luz de la luna, sus senos subiendo y bajando mientras su respiración se normalizaba, su cadera aún levantada y sus pupilas dilatadas. Al notar su mirada clavada en ella, se puso de pie también, sin importarle su semidesnudez y en una mirada silenciosa y con ganas de dirigir el juego le insinuó lo que quería hacer. Él parecía entenderla, motivo por el que se acercó a ella y esperó a su primer movimiento que no se hizo esperar. Le agarró del frente de la camiseta que llevaba y mientras él interpretaba bien el gesto y se inclinaba un poco, ella la cogía por la parte de abajo y se la levantaba hasta los brazos alzados de él para posteriormente dejarla caer libremente en el suelo. Se detuvo para observar la piel que aún no había tenido ocasión de observar y pronto sintió la necesidad de sentirla baja la suya así que le abrazó apretando su pecho contra el de él y ponía su oído justo a la altura donde ella consideraba que debía estar su corazón y se quedó en esa posición mientras su mano buscaba el camino al cinturón de su pantalón que apresaba lo que él ya no podía disimular y abriendo la hebilla se deshizo de él para continuar su camino a la cremallera del pantalón que tampoco tardó en abrir y así poder contemplar lo que se escondía. Pero su intento se vio frustrado cuando él se separó de su lado para quitarse toda la ropa que llevaba encima excepto lo que tapaba su erección. Viendo esto, se excitó aún más pensando en cual sería su siguiente movimiento, pero antes de tener tiempo a pensarlo notó la frialdad de sus manos en sus senos descendiendo hasta su cintura para que el vestido que había llevado puesto y ahora reposaba arrugado en su cintura desapareciera del todo y la dejara ver desnuda. La observó entera, pasando su vista por su cara, sus hombros, los senos que cabían perfectamente en su mano y entre los que le gustaría poder dormir cada noche, su vientre recubierto de nívea piel sin ninguna marca que rompiera el trazado, su cintura pequeña comparada con las caderas que había contemplado levantarse por la excitación, su sexo aún virgen que la caracterizaba como mujer y que deseaba proclamar como suyo, sus piernas finas y largas que terminaban en unos pies menudos y supo que tal vez se arrepentiría de lo que tanto deseaba hacer porque tal vez le arrebatara el candor y la inocencia que emanaba de ella, pero el deseo que tenía era irrefrenable y en sus ojos leía la misma intensidad que le quemaba a él.
Por su parte ella también le examinaba, desde la ancha espalda bajaba hasta su estómago plano y desde ahí a la ropa negra bajo la que se adivinaba los estados de ansiedad de su dueño, para finalizar en sus piernas. En general era bastante más grande que ella pero presentía que su cuerpo se amoldaría fácilmente al de él. Se relamió los labios ante ese pensamiento y con mirada de cazadora se le acercó moviendo sus caderas con descarada provocación hasta poner su mano en su pene aún cubierto y con la otra empezaba a bajarle el último obstáculo pero pronto él la detuvo.

-Con la boca

Ella formó una sonrisa felina e hizo lo indicado arrodillándose en el suelo y poniendo sus manos en sus nalgas y cogiendo el trozo de tela de la parte delantera entre sus dientes empezó a bajársela mientras la trasera se la quitaba con las manos y pronto pudo ver la erección en su máximo esplendor cuando él ya no la pudo contener más y se dejó llevar al no notar nada sobre ella debido a que el último impedimento descansaba más allá de sus rodillas y ella se la cogía por el prepucio con una mano y con la otra acariciaba la recién descubierta cicatriz que cruzaba su pelvis. Con su pene en la mano decidió acariciarle la punta con la lengua mientras iba subiendo por él, pero otra vez se vio frustrada cuando él negó con la cabeza y la hizo levantarse deshaciéndose de la última prenda para después abrazarla por la cintura y apoyando su cabeza entre sus senos e intentando hacer que ella no sintiera su excitación le preguntó:

-¿Estás segura?

-Sí.

Con esto le indicó que se tumbara en el suelo y una vez hecho se situó entre sus piernas que apoyó en sus hombros y poniendo sus manos en la cara interior de sus muslos y abriéndole un poco las piernas con delicadeza para poder acceder a ella, la penetró con su erección lentamente para que pudiera acostumbrarse a esa nueva sensación. Esperó a escuchar su reacción, y al sentir sus gemidos que cobraban fuerza a cada instante el empezó a entrar y salir de ella hasta que notó como su orgasmo estaba a punto de llegar por lo que decidió eyacular fuera de ella, pero ella se resistió a dejarle ir.

-Hazlo dentro de mí.

-Mejor que no.

Salió de ella violentamente siendo incapaz de contenerse durante más tiempo, sin embargo su resistencia se quebró y pronto el semen la cubrió de arriba abajo unidos a los restos de sangre que demostraban que había sido virgen hasta hacía poco. Ante lo que muy a su pesar no pudo dejar de sentirse complacido ante la visión que presentaba, con lo que decidió que puesto que había sido su culpa lo único que podía hacer era borrar los rastros de su semen así que desde arriba empezó a lamer cada centímetro de su piel limpiado lo que él había ensuciado, empezando por sus muslos, subiendo por su sexo, que se estremeció al sentir el contacto húmedo de la saliva, su vientre, sus pechos en los que succionó los pezones hasta que juzgó que ya estaban suficientemente duros, y hasta que llegó al hueco de su cuello en el que aún no había tenido tiempo a perderse. Al llegar allí, enredando sus brazos en su cintura hundió sus labios en su cuello, cosa que sintió cuando notó la sangre descender por el mordisco que le había dado, pero el escozor de la herida pronto fue remplazado con el tacto húmedo de su boca que la lamió y con ella y el sabor anterior de su semen la beso con furia y posesión hasta que se separaron para respirar y él se acomodó a dormir en su pecho.

-¿Qué has hecho?

-Querías sentirte viva y eso he hecho.

-Me refiero a porque me has mordido.

-Algo sin importancia, duerme.

La contempló hasta que su respiración se normalizó, símbolo inequívoco del sueño y entonces con delicadeza se levantó y la cogió entre sus brazos cubriéndola con la capa que de pronto se encontraba por allí expandida.

-Sólo te he convertido en mi reina para el resto de mis días-contestó a la nada, mientras su ropa negra reaparecía.

De pronto una presencia más se personificó en el lugar en el cual nunca hubo ninguna interrupción.

-¿Es ella, mi señor?

-Sí, ve a preparar sus cosas.

-¿Ella lo aceptara?

-Da igual que lo haga, yo la necesito a ella y es mejor como muerta viviente que como muerta.

-Mañana será un largo día.

-Eso me temo.

-¿Señor quiere que le ayude? No es necesario gracias. Por cierto...

-¿Sí, señor?

-Deja de mirarla tanto.

-Mis disculpas, señor.

Y con sus pasos reverberando en aquel extraño paraje desaparecieron en la oscuridad volviéndose a escuchar tras de sí los latidos de la noche que ya se empezaba a desvanecer.
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Al anochecer

Una historia q escribi hace ya tiempo... A ver si la lee alguien y os gusta



AL ANOCHECER


La lluvia caía lenta, sosegadamente,... y las nubes apenas dejaban filtrar los últimos rayos de sol, cubriendo aquellas vastas tierras con un amortiguado color rojizo que otorgaba la impresión de estar observando un campo cubierto de sangre y sueños rotos. Al menos eso pensaba ella, viendo como el manto de la oscuridad envolvía todo en su abrazo de sombras, haciendo que las personas más rezagadas se encerraran en sus casas, hasta la llegada del nuevo día y lejanas estrellas plagaran el cielo nocturno.

Aquel era el momento que había esperado durante todo el día, un instante en el cual podría desaparecer para siempre sin ningún impedimento, dejar lo que parecía ser su perfecta vida en el palacio del rey, aunque en realidad, no sabía cual sería su destino ni si llegaría a ver el nuevo amanecer, pues los recientes rumores afirmaban que al caer la noche, aquellos a los que la necesidad los había hecho salir, jamás volvieron. A pesar de todo, determinó no dejarse amedrentar por las habladurías y tirar adelante, ya que hasta la propia muerte sería mejor que esa jaula de oro.

Deslizándose lo más discretamente posible, salió del castillo y enfiló el ruinoso camino cuyo final era inescrutable pues ninguna luz permitía ver más allá de sus pasos. Y de esta forma, mientras caminaba, llegó a la linde del frondoso bosque, del cual nadie había regresado en los últimos años notando el silencio escalofriante y una tranquilidad demasiado inaudita envolviéndola y animándola a proseguir. Con paso tembloroso empezó a adentrarse en aquel paraje, deteniéndose brevemente para acostumbrarse a la lobreguez y al aullido del viento a lo lejos, como si advirtiera que lo que ahora se extendiera ante ella concerniera a otra realidad. Apartando esos pensamientos de su mente, se dispuso a continuar, cuando una pesada respiración detrás de ella la hizo girarse y fijarse en la forma que yacía en aquel claro surgido de la nada.


-Vaya, vaya, ¿quién nos honra con su presencia? Nada menos que la princesa.

-No se a quién os referís- murmuró apenas logrando disimular su sorpresa ante la vista presenciada.

-Como digáis... pues he de confesar que la rutina del lugar comienza a frustrarme y vuestra inesperada visita me hace plantearme que no me haría daño ir al palacio a atemorizar a los habitantes de la aldea con devorar a algunos de ellos... Por cierto,... ¿qué observáis con esa insistencia mal disimulada?

-Vuestros ojos.

-¿Qué ocurre con mis ojos? Son azules.

-Que veo en ellos la misma tristeza que en los míos.

-¿Es esa vuestra excusa para proseguir? Pues buscaos una evasiva mejor, pues aquí finalizan vuestros días.

-No sois tan sólo lo que aparentáis ser, aunque a mis ojos poseáis el aspecto de un dragón plateado en el fondo sois o erais algo más.

-Daos por muerta –advirtió la bestia.

-Está bien, me daré la vuelta, así cualquier esperanza de vivir se disipará, ya que no percibiré la inminente amenaza.

Y tal como declaró, retomó su camino e inició su marcha, pero contrariamente a su primera intención, es decir, retornaba al lugar del cual había deseado marchar y de esta manera, con sus pisadas retumbando en la lejanía, la amenaza pronunciada jamás fue cumplida, al menos aquella noche de lluvia.

Con el recuerdo aún nítido en la memoria, despertó con la luz del amanecer, siendo incapaz de distinguir si lo acaecido durante la noche pertenecía a la fragilidad de un sueño o a la realidad. Por ello, tomó la decisión de regresar al mismo lugar al crepúsculo, esperando pacientemente las tediosas horas de aquella vida que tanto le pesaba. Pero al fin, las siluetas comenzaron a alargarse y las tinieblas cayeron irremediablemente, y con ellas, un débil eco resonó en las profundidades de la arboleda situada al final de la senda.

Al llegar volvió a sentir la impresión de irrealidad, aunque sin otorgarle demasiada importancia y con una insólita seguridad, prosiguió al igual que la vez anterior, volviendo pronto a divisar un contorno recostado en el claro e instantáneamente examinó una vez más esos fríos ojos azules sobre los que creyó haber soñado.

-Si ayer os fue de poco, ¿para qué volvéis?.

-Necesitaba veros.

-¿Y cuál es la razón?

-¿Por qué no me matasteis? Los dragones no suelen ser amigables.

-Un momento de flaqueza le es permitido a cualquiera. Además ya me he cansado de vivir oculto, va siendo hora de que el culpable de los rumores se de a conocer.

-Entonces si es así me quedaré a vuestro lado.

-¿Por...?

-Parecéis un buen sitio sobre el que descansar.

-Intentadlo y en esta ocasión no regresaréis.

-No he mencionado desearlo, odio toda mi vida y esa soledad que por más que lo intento jamás desaparece. Odio mi hipocresía al fingir algo que soy incapaz de sentir para intentar hacer a otros felices. Y ahora que ya os lo he dicho, podrías decirme quién sois realmente, pues no comprendo la tristeza que un dragón parece sentir.

-Si eso opináis...

-No es una opinión, es una afirmación.

Un suspiro pareció escapar de la boca de aquel ser que por alguna razón desconocida residía en el lugar.

-Está bien, puesto que parecéis tan insoportable os lo relataré, y arrepentiréis el haberos quedado.

-No he de arrepentirme de lo que hice, sino de lo que no haré.

-¿Conocéis la región de Aquitania? Yo fui uno de los príncipes de ese reino, hasta que como a vos, la soledad dominó mi corazón, deseando tan sólo destruir todo lo que me rodeaba por la tristeza que sentía. Pero llegó un momento en el que fui desterrado y transformado en dragón por traicionar a los míos. Es irónico pero nos asemejamos.

-Por ello no me matasteis.

-No obstante, a veces vuelvo a sentir esas ganas de hacer sufrir a la gente, reflejando de esta forma mi melancolía y nostalgia.

-¿Volvéis a sentir eso en este momento?

-Tal vez si, tal vez no,...

-Me quedaré aquí hasta la aurora.

-¿Y después?

-Ya veré... ¿Acaso apreciáis mi compañía?

-Yo no he dicho eso...

-Pues silencio, que el sueño comienza a embargarme.

-Y eso que se supone que soy peligroso...

Ella no respondió y se tumbó a su lado, pensando que quizá había encontrado un motivo para vivir, y con ello se adormeció imaginando un posible futuro junto a ese dragón que alguna vez poseyó forma humana.

Unos gritos la instaron a abrir los ojos sobresaltada, dándose cuenta de que su compañero no se hallaba cerca, cosa que la impulsó a salir al lugar de donde provenía una reciente algarabía con un mal presentimiento pesándole en el alma.

Y fue al llegar, que aquella calidez sentida durante la noche pareció evaporarse en la niebla vespertina, mientras presenciaba como un desconocido caballero montado a caballo le atravesaba el corazón al dragón de plata de ojos tristes con el que compartía una similar forma de sentir, y mientras aún se escuchaban los vítores de la multitud, ella se acercó a ambos hombres cuando el rey hizo una seña.

-Hija, pensé que no volvería a veros. He de agradecer a este caballero el haber terminado con el dragón que os secuestró.

-Pero...

-Por cierto joven caballero, ¿de dónde provenís?

-De Aquitania- el desconocido contestó.

Al escuchar ese nombre levantó la vista hacía el apenas recién llegado, viendo en sus ojos oscuros un deje de maldad.

-¿Teniaís un hermano?- el dragón también era originario de allí recordó.

-No.

Mas en sus ojos pudo ver la hipocresía de la respuesta, y pasando por su lado, se acercó hasta la sangre plateada del único que la entendió, de donde surgían rosas blancas siendo entonces cuando el viento esparció la pregunta que jamás quiso oír de boca de su padre:

-¿Deseaís casaros con mi hija?

Fue entonces cuando supo que su motivo de vivir, desaparecía para siempre entre la alegría de la gente del pueblo y una tristeza la embargaba mientras derramaba lágrimas vacías de sentido sobre aquellas rosas blancas, surgidas de la sangre de aquel de quien se había enamorado durante el ocaso.

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¿Bienvenidos tal vez?


Estamos en junio, o casi, no es gran cosa y tal vez demasiado evidente, pero para cualquiera que ande rondando universidades, institutos o cosas similares, entenderá probablemente a lo que me estoy refiriendo... Exactamente, a esos grandes amigos nuestros llamados exámenes que valoran si sabes algo... Aunque en fin, ¿son realmente infalibles?
En cualquier caso, lo único que tiene que ver este blog con la fecha, es que he tenido la maravillosa idea de escribirlo en vez de estudiar... Ya se sabe, con tal de no estudiar... Y bueno, he decidido que en vez de contar penas diarias, me apetecía escribir cosas que pasan por mi imaginación cuando debería hacer cosas más eficientes... ¿Qué puedo decir en mi defensa? ¡Pues que esto son las ocurrencias típicas de los alumnos vagos e inútiles! Así que pasen y vean, y decidan si les apetece seguir leyendo...
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