Reflejos IX (Primera parte)

-Adelante.

No le sorprendió la anticipación. Los rumores y la experiencia propia estaban a la altura del personaje. Conocía la reputación, y aquellos que afirmaban que el hombre tras la pesada puerta de roble se hallaba un paso por delante de los demás tenían razón. En muchos sentidos.

Franqueó la puerta, casi intimidado por el mudo respeto incrementado gracias a la suntuosidad del espacio, y se detuvo ante la figura sentada tras el escritorio del estudio, aparentemente ajeno a todo lo que no fuese los papeles que tenía delante.
-Estoy esperando, príncipe –rompió inmediatamente el hielo el hombre, sin levantar los ojos, la voz impaciente y autoritaria. Viniendo de cualquier otro, la frase podría haber sido tildada de prepotente, ocultando escasamente el desacato y la mofa, burlándose de la palabra soberana, pero no en este caso. No cuando provenía del general Szerecsen. El tono era mucho más pragmático, y él hablaba con ruda franqueza, directamente.

-Quería tratar un asunto un tanto delicado – empezó Edwing.

En ese instante, el hombre resopló, y alzó la vista al fin, mirándole de hito a hito severamente, aguardando impaciente.




-¿Y bien?

-¿Es seguro este lugar, general?

-Bueno, según mis exigencias sí. Según las suyas, no lo sé.

-¿Sabéis que podría causaros grandes problemas el utilizar ese tono en mi presencia, general?- arguyó, intentando ganar tiempo para conseguir enfocar el tema de interés sin que sonase a paranoia personal.

Su cara impasible enarcó una ceja, como no dando crédito a lo que oía. Y entonces, le deleitó con una sonrisa sarcástica.

-Como poder, podríais, pero no sé si os serviría de mucha utilidad entonces. Además de que creo que tantos formalismos no le hacen sentir cómodo, pero si ese es vuestro deseo que así sea.

Rápido y sagaz, los sarcásticos reflejos mentales intactos, idénticos a aquellos que le recordaba de las primeras veces que habían coincidido hacía ya tanto tiempo cuando él era apenas un prepúber intentando encajar en medio de gente importante. Era su forma de ser, la marca personal, y agradecía enormemente que no se sintiera intimidado por un título que no correspondía al hombre, le trataba sin hipocresía. A pesar de todo, lo gracioso del caso es que ante él, casi se sentía obligado a tratarlo de usted, respetuosamente, algo que no le ocurría con los demás miembros importantes del reino… Para recordar al instante, que los deseos personales restaban justamente por debajo que los deseos de aquellos a los que servía.

No, a ese hombre no le hacían falta formalismos para dirigirse a él. Reunía autoridad y poder, el respeto que ostentaba lo había obtenido gracias a su profesionalidad. Un respeto que hacía que incluso los miembros de la familia real, mostrasen deferencia en su trato, usando un tratamiento respetuoso que a nadie más se aplicaba. Y en lo personal, su presencia tomaba mucha importancia en los círculos más influyentes y poderosos de la población.

-Tiene razón.

-De todos modos, príncipe, os sugiero que vayáis directo al grano. Tengo que pasar revista a las tropas en dos horas y antes he de tratar varios asuntos en cuanto a su organización y entrenamiento. El tiempo apremia y soy un hombre ocupado.

-Está bien –cortó-. Presumo que están a punto de traicionarme.

-¿Quién?

-Mi hermano y varios miembros del consejo.

-¿Se da cuenta que ahora soy yo el que podría meterle en un gran aprieto?

-¿Usted cree? – le retó, emergiendo su orgullo.

-Aparquemos la pelea de egos por el momento. ¿Qué le hace sospechar eso?

-Las voces de los más críticos con mi gestión llevan varios meses sin oírse, y ciertos movimientos de Zeeg me parecen dudosos… Además, noté ciertos recelos y dudas durante la reunión mantenida ayer.

-¿No debería alegrarse por eso? Puede que sea únicamente porque o bien han aceptado que realice el papel que le corresponde prematuramente, resignándose a ello o bien empiezan a confiar en su gobierno.

Negó vehemente, determinación rebosando en la fiera expresión. Aunque era habitual verle inseguro en todo tema político, ahora mostraba una fiera determinación y seguridad en el juicio expresado.

-No obstante, hay algo que no entiendo. ¿Por qué me está contando a mí sus sospechas? ¿Qué le hace pensar que yo soy inocente en esto?

-General, ¿no os cansáis de jugar al militar bastardo y amoral?

-Que puedo decir, es mi naturaleza. Y por lo que se ve, con algunas personas mis tácticas no funcionan u olvidan darse por aludidas –explicó dirigiéndole una elocuente mirada.

-Aparcando ese agriado carácter que tanto apreciamos, tengo el placer de conocerle desde hace bastante tiempo y sé que es de fiar.

-¿Qué me hace digno de tal confianza?

-Que amáis este reino por encima de cualquier juego de tronos o poderes subyacentes. Vuestro único objetivo es garantizar la seguridad de nuestra gente pues es lo único que le importa y le gusta. Vive por y para eso, para cumplir y proteger ese fin.

-La gente cambia.

-Es demasiado directo para enredarse en intrigas políticas, demasiado impaciente para las sutilezas del poder. Eso, y que sé que mi padre confía en usted. Fue y sigue siendo su hombre de confianza. Usted realmente era el poder a la sombra cuando mi padre aún reinaba, previo al extraño retiro al que ahora se ha entregado.

Se mantuvo inalterado, pero el aire alrededor de ambos se electrizó imperceptible. La gravedad del conocimiento medió en la distancia que les separaba, confirmando la acusación en la reiterada ausencia de palabras. Finalmente, tras el reconocimiento silencioso, volvió a hablar.

-¿Eso que tiene que ver?

-Es su amigo más íntimo y su principal colaborador y valedor. Su lealtad no es para Zeeg ni para mí, es para él. Eso, y su entereza, me da la seguridad para poder afirmar que no conspira a mis espaldas con mi hermano, y también sé, que su arraigado sentido del deber le haría espetarme los defectos al menor fallo, y puesto que no lo ha hecho, supongo que de momento conservo su apoyo y confianza en mí proceder.

-No me he pronunciado al respecto.

-Para mí, eso es más que suficiente- concluyó.

Un suspiró se adueñó del vacío, antes de retomar la palabra.

-Jaque. Sería interesante poder enfrentarme algún día al ajedrez con usted, sería un buen adversario, y de los que me gustan, de eso cuyo lema es “la mejor defensa, es un ataque”.

-Lo dudo, sabe de sobra que soy pésimo en ese juego.

-Paciencia, príncipe. El sosiego conlleva la anticipación y conocimiento del campo de batalla. Recuerde que está fuertemente influido por el concepto de la guerra.

-Se basan, no siguen sus reglas. Si así fuera, todo sería demasiado fácil.

-Debería aprovechar mejor el tiempo, algunos pasatiempos dan más utilidad que otros en su situación actual – dejó caer indiferentemente.

Su compostura empezó a resquebrajarse internamente, obligándose a permanecer impasible exteriormente. Pero las preguntas sobrevolaron y adueñaron de sus pensamientos. ¿Podía ser este hombre uno de los que sabía más de lo que a él le convenía? ¿A qué pasatiempo se refería? Tal vez fuese preferible aparcar las funestas suposiciones y pensar ingenuamente que se refería al piano… eso o continuar martirizándose y redoblando su miedo refiriéndose a la chica que aguardaba en el palacio sur. ¿Debía recelar? ¿Seguir insistiendo hasta que soltase un leve indicio que le diese la respuesta? Un hombre como el general, difícilmente pasaría una maniobra así por alto, y más cuando le sacaba años de experiencia en tema así, al instante recelaría. Una frase casual y aleatoria le bastó para acabar de demostrarle que sí, iba por delante de él. ¿Pero cuántos pasos?

Aparcó el tema, ya que si continuaba el raciocinio saldría por la puerta un instante antes que sus pies, y ahora lo necesitaba presente. Se tenía que mostrar tranquilo y seguro, templado, no vacilante como un adolescente inseguro. Determinado, de momento juzgó que podía fiarse de él, ya que su lealtad sólo era para el reino.

– De acuerdo, como dije antes vayamos al grano. Yo también sospecho de tejemanejes al margen de la legalidad –reveló finalmente.

-¿Alguna sospecha o indicio?

-También soy de la opinión de que la orquestra su hermano, lo que considerando los antecedentes no viene a ser una sorpresa.

-¿Algún otro nombre en particular?

-Sí, pero prefiero no involucrarlos por el momento.

-Sabia decisión.

-Y ahora que hemos aclarado ese punto, ¿qué es lo que va a hacer?

-Una estrategia alternativa. Si el enemigo se entera de nuestra táctica y explota los puntos débiles estamos acabados. No sé con seguridad quienes son los implicados, pero al exponer el plan somos vulnerables, y el revelar los resultados exitosos de nuestras investigaciones puede resultar contraproducente. Me gustaría trazar con usted la variante del plan para frenar el peligro antes de que sea demasiado tarde.

-¿No sería conveniente esperar la respuesta de los dragones?

-Prefiero ponerme en lo peor y adelantarme a los acontecimientos. No me gusta saltar al abismo con los ojos cerrados.

-Bien. ¿Ha traído ese plano holográfico?

Sin contestar, extrajo el dispositivo del interior de la gabardina que aún llevaba puesta y lo depositó sobre el escritorio. El otro se apresuró a despejarlo, y al terminar, la imagen tridimensional apareció ante ellos.

-Tomad asiento príncipe, presiento que esto va para largo.

Aceptando la sugerencia, se recostó sobre la silla que ahora ocupaba frente al general, escrutando fijamente el relieve que ya se sabía de memoria de las noches en vela transcurridas mientras lo estudiaba.

-A mi parecer, la frontera sud no presenta problemas.

-No, es la zona defensiva que mayor facilidad presenta. Pero me inquietan varias cosas.

-¿La información revelada referente a la maniobra aplicada a esa franja?

-Eso también, pero ahora mismo temo por la respuesta al conocimiento de nuestras indagaciones.

-¿Por qué pueden contrarrestar nuestras decisiones?

-No. Más bien recelo que se arriesguen hacerse con nuestro centro de investigación y los informes para usarlos en provecho propio.

-Es un riesgo, pero…

-Hay más de lo que dije en la reunión.

-¿Tan importante es, que reviste el asunto de tal gravedad?

-Los túneles subterráneos no abarcan sólo esa zona. Es algo más intrincado y grande que eso. Bajo tierra, se extienden galerías bajo la totalidad de todo el terreno de la capital. No he podido entender claramente la distribución que siguen, pues no es la misma que la de la superficie, lo que sí me atrevería a asegurar es que siguen alguna lógica matemática.

-Permítame hacerle observar que no entiendo su preocupación. Si lo que dice es viable, es fantástico. En caso de necesidad, es posible llevar a cabo una evacuación que protegería a la gente. Si evitamos que el descubrimiento traspase nuestras fronteras, aseguraríamos la pervivencia aún en el peor de los casos.

-La realidad de eso nunca es viable. Quién sabe si no tendremos algún espía trabajando para los otros reinos… Yo también pensé lo mismo, pero mírelo por el lado menos optimista.

Apenas hubo hecho hincapié en la apreciación, cayó en la razón de su desazón. Si la información abandonaba el ámbito del secretismo, y cedían las defensas del reino, el enemigo tendría vía libre a la engañosa ventaja. Podrían cercarlos y arrinconarlos bajo tierra, sitiarles hasta que o bien se rindiesen aceptando cualquier exigencia de ellos o bien perecieran luchando, por inanición, desesperación o vete a saber qué cosa.

-Ya vislumbro la doble perspectiva – le reconoció, haciéndole saber que había llegado a la misma conclusión.

-Ahí no acaba la cosa.

-¿Todavía?

-No hemos despejado la totalidad de las galerías, pero a ciertos puntos estratégicos es imposible llegar.

-¿Por qué?

-El espacio que los rodea está distorsionado y repele todo intento de aproximarse a ellos.

-¿Cómo de estratégicos?

-Vitales. ¿Conoce la barrera defensiva del reino, verdad?

-La pregunta correcta sería preguntar si alguien lo desconoce.

-¿Tiene papel que pueda utilizar? – pidió, desviando el tema.

Abrió un cajón del escritorio y rebuscó en el interior hasta dar con varias hojas en blanco y una pluma que le tendió. Sin ningún titubeo, colocó el papel en el centro de la mesa, y se inclinó sobre ella antes de marcar cinco puntos gordos en el papel.

-De acuerdo, le explicaré lo que hemos encontrado y luego le haré partícipe de mis sospechas- le miró esperando alguna confirmación, pero al recordar que este hombre era parco en palabras retomó el asunto.- Existen seis palacios en nuestro territorio: al sud, al este, al oeste, al nordeste, al noroeste y en el centro, en el corazón de la capital. ¿A qué le recuerda esto? – preguntó, enseñándole las marcas que había hecho.

-A una estrella de cinco puntas invertida.

-¿Y el palacio central?

-Su construcción es posterior, no existe constancia de que fuese construido contemporáneamente a los otros. La ubicación de éste ha sido y es un tema controvertido, para la gran mayoría de gente es algo casual.

-No existe constancia alguna referente a ninguno de ellos. No hay estudios ni planos; únicamente leves referencia al respecto. Siempre se ha dado por supuesto, que la fortificación central lo erigió el primer rey vampiro que fundó a la dinastía reinante actualmente, uno del que no existen referencias. ¿Pero alguien ha encontrado alguna prueba fehaciente y determinante de ello? ¿Y si todas las teorías hasta ahora fuesen erróneas?

-Jamás se ha cuestionado el origen. Nos conformamos con agradecer semejante poder defensivo, y a nadie le interesa hacer preguntas cuyas respuestas quizás no sean agradables. Y los pocos que insistieron un algo más, enseguida se toparon con la ausencia de fuentes.

-Bien, aparquémoslo por el momento. Los puntos infranqueables bajo tierra se encontraban aquí.

Levemente interesado, prestó atención al dibujo que las manos del chico delineaban. Cinco marcas circulares rodeaban completamente la ubicación del palacio de la capital. La disposición debía ser aproximada, motivada por la escala reducida del papel, pero algo le dijo que sin duda, la forma exacta era otra.

-Un pentágono invertido… -expresó dubitativo, un instante después de percatarse del peculiar detalle.- Pero si a la figura le juntamos un triángulo por cada lado… obtendríamos otra estrella de cinco puntas inscrita, opuesta a la otra –murmuró, desviando la atención hasta el chico cuyos ojos esperaban su reacción.






-Así es. Las coordenadas obtenidas de dichos puntos ocultos desfasan varios grados para que pueda considerarse una estrella perfecta. A causa de eso también, no se da la coincidencia exacta. A pesar de todo ello, me parece demasiada casualidad para que sea algo curioso o aleatorio.

-¿Alguna explicación a eso?

-La toma de datos presenta una leve dispersión, pues realmente no es un emplazamiento exacto, sino una zona. Esa sería la justificación más racional desde el punto de vista científico… Aunque yo soy de la opinión que algo causa la desalineación. Algo como algún tipo de campo mágico interfiere…

-No hay nada entorno para avalar esa teoría, nada salvo las reservas de aguas. Y creo, si mis endebles conocimientos físicos no han quedado anticuados, que los campos fluidos no interaccionan a través de la atmósfera del mundo. Son algo más contundentes físicamente…

-Podría explicarle cosas que le asombrarían, pero aparquemos ese tema, pues yo tampoco supongo que la causa sea esa.

-¿Cómo se explica?

-Algo interactúa con la esencia de los palacios. Y ese algo proviene de la propia tierra.

Un denso mutismo acompañó a la afirmación, y trajo consigo una desconcertante novedad. El impasible general Szerecsen parecía levemente impresionado o incluso ofuscador.

-No puede ser que realmente usted piense así.

-¿Y por qué no, general?

2 comentarios:

Woh, para ser sinceraa..me lo he tenido que leer un par de veces para entenderlo:$ xD
Pero bueno, veremos lo que ocurrirá finalmente!!
Echaba de menos tu historia:)
Besoos!

 

Publicar un comentario