Reflejos VII (Primera parte)



Bueno, este capítulo es eterno... o casi... Espero q os guste leer, la historia, o q tengáis paciencia suficiente... En fin aquí lo tenéis:












De nuevo frente a aquellos miembros en cuyas manos descansaba el inminente futuro. Sentados, totalmente rígidos, al estar esperando alguna leve respuesta que les asegurara con seguridad que rumbo tomar. La tensión asomaba en las comisuras de los labios de muchos y sus ceños fruncidos. Por lo que sin más dilación rompió el ambiente.

-¿Y bien?-demandó echándose adelante sobre la mesa.

Sin andarse con rodeos, Vissia se dispuso a romper el silencio.

-A pesar de la resistencia inicial mostrada, finalmente pudimos extraer algo en claro de las prisioneras.

-Adelante.

-Han confirmado nuestras sospechas. Ambas versiones por separado son similares, pero difieren en pequeños detalles, aunque no deja de parecerme suspicaz ese paralelismo casi idéntico.

-Vissia, te agradeceríamos, en general, que no te anduvieses por las ramas.

Un coro de voces, secundaron las palabras del príncipe.

-Aparentemente, su plan de ataque consiste en que cada facción formada ataque al país central fronterizo si deniegan su pacto de alianza. En caso contrario, su curso de acción consistiría en aplastar primeramente al país opositor, aunando fuerzas para después deshacerse de él.

-Demasiado simple. Tiene que haber algo más.

-Brillante teoría, ¿la has deducido tú solo? –se alzó repentinamente un tono jocoso.

Todos se giraron al oír un comentario tan mordaz dirigido a la máxima autoridad entre todos los reunidos en aquella sala.

-¿Acaso posees, por alguna razón en particular, información más exacta sobre sus posibles planes? –inquirió otra persona en respuesta.

Lejos de amedrentarse, Edwing había contraatacado estoicamente, siendo plenamente consciente del doble significado de sus palabras. De hecho su intención había sido que todos fuesen partícipes de posibles significados ocultos circunscritos.

Varios de los integrantes de aquel consejo intercambiaron miradas recelosas, suspicaces, aturdidas y hasta sorprendidas, pero nadie se atrevió a romper el tenso silencio que se había apoderado de la sala tras la última pregunta. Mientras tanto, los dos príncipes se retaban en aquel sepulcro de sentimientos contenidos pero encontrados, ajenos a la expectación que levantaban.

Muchos esperaban la respuesta de Zeeg, para convencerse que las implicaciones insinuadas eran puro artificio de teatro, no obstante, al no hacerlo, las dudas sobre las lealtades reales empezaban a empañar los juicios de algunos.

Al fin, Edwing retomó la palabra, buscando redirigir la sesión hacía los cauces que su hermano había hecho desviar.

-¿Tenéis un mapa a mano?

Un murmullo de desconcierto se levantó entre los presentes.

-Un mapa de todo el territorio – se apresuró a matizar éste.

A pesar de todo, nadie comprendía los nuevos derroteros de la conversación y le miraban con cierta condescendencia. Finalmente, entre la incertidumbre que todos sentían, Calantha se levantó y con pasos elegantes atravesó el extremo de la sala, bordeando en un silencio sepulcral los sillones de aquéllos que se hallaban a la derecha del príncipe, hasta que se situó a su espalda. Y entonces, ajena a las decenas de ojos que pesaban sobre su silueta, miró al príncipe esperando su confirmación.

-Adelante – dijo Edwing, su mano trazando un arco que abarcaba a todos los presentes.

Sin pronunciar palabra alguna, Calantha depositó sobre la mesa un papel ajado y amarillento, de bordes irregulares y desgastados por el tiempo, que bien podría haber sido rescatado de alguna pila de papeles viejos. Enseguida todos contemplaron como su desahuciada superficie era surcada por líneas de colores que mágicamente se deslizaban formando letras y palabras, y su contorno crecía y creaba relieves desiguales hasta ocupar completamente el espacio de la pulida mesa allí donde antes solía existía algo perfectamente plano.

Sin mediar palabra, Calantha retornó a su asiento, nada sorprendida de cómo aquella magia había representado tan fielmente una geografía que muchos no conocían en su totalidad.

-Bien, esto es un mapa de nuestro mundo, con sus territorios y la orografía reales a escala, así como las fronteras actuales que separan los seis reinos. Nada está desfigurado por los sentidos, así que ahora quiero, sobre esto y en base a la información que se ha conseguido reunir, que volvamos a analizar desde todos los puntos de vista la situación actual.

De nuevo el silencio se adueñó del espacio, unos inspeccionando el holograma que tenían delante y otros pensando que aquello era un amaño para ocultar la incapacidad del príncipe para gestionar la situación.

-Ese peralte, – advirtió de pronto dijo Toft, señalando un desnivel en la parte oeste del reino – podría sernos muy ventajoso.





Todos se fijaron en el detalle del relieve, algo en lo que ninguno hubo caído hasta ese momento y evaluaron su comentario. A priori podía ser un factor decisivo. En ello andaban pensando cuando Imeina habló por primera vez.

-Durante la última gran guerra que nuestros antepasados tuvieron con el reino del oeste ya se usó en provecho propio. Dudo que sus archivos no contemplen la maniobra que utilizaron para ganar la batalla.

Imeina había sido de las últimas en llegar al consejo, y si lo hizo fue por expreso deseo de Edwing. Nadie vislumbraba utilidad alguna al hecho de incorporar una historiadora a un consejo donde se trataba asuntos de estado de vital importancia, nada que ver con acontecimientos pasados que bien podrían no haber sido ciertos ni factibles, puras niñerías según muchos de ellos. A pesar de la suspicacia de su incorporación, nadie había alzado la voz contra la recién llegada, tal vez por los comentarios que circulaban de que esa chica tenía una vinculación especial con el príncipe, y de ahí su ahínco porque estuviese entre ellos. Fuese cual fuese la razón, su presencia pasaba casi inadvertida, ocupando el lugar más oculto e invisible de la mesa, un rincón al que casi nadie prestaba atención, salvo cuando algo lo ameritaba, como en esa ocasión. Y es que muchos, por no decir todos, acababan de despejar las dudas sobre si la chica tendría voz propia o no, sorprendiendo a propios y extraños.

-Los minotauros no se caracterizan por su gran inteligencia – apuntó Toft -. Estoy convencido de que no guardaran referencia alguna a la antigua guerra.

-De todos modos no es prudente tentar al destino dos veces cuando hay tanto en juego –terció Edwing, dando por cerrada esa vía.

-Una estrategia idéntica no, ¿pero qué hay de incorporar una variante a esa ventaja geográfica? – insinuó Filan, centrando la atención en su persona.

-Explícate – apremió Edwing en nombre de todos los presentes.

-¿Cuál fue la táctica usada aquella vez, Imeina? – preguntó a su vez Filan.

-Un ataque frontal y directo a cara descubierta. Se aprovechó que los sobrepasábamos en número para arrasar al enemigo en un terraplén yermo y desolado, donde con nuestras características teníamos ventaja. A pesar de todo, fue un ataque suicida y unilateral que supuso un número importante de bajas, pero los frenamos antes de llegar a la frontera y les sorprendimos, pues no se esperaban una carnicería por nuestra parte, sino más bien una táctica de guerrilla y guerra psicológica.

-Espera un momento, Imeina. ¿Has dicho que era un terreno yermo y desolado?

-Así es, mi señor.

Varias miradas cómplices se intercambiaron en la mesa, al ver el tono casi reverencial usado, mas Edwing o lo ignoró o ni se percató.

-Si mal no recuerdo, esa zona ya no es yerma. Está parcialmente inundada. En los últimos siglos las lluvias han sido recurrentes en la zona. Estaba pensando que tal vez…

-Abnegar toda la zona. Sería una barrera física difícil de atravesar para los minotauros – concluyó Szerecsen.

-No sería viable algo así, aún no hemos aprendido a controlar la meteorología para usarla a nuestro favor – recordó funestamente Toft.

-Pero si la tecnología – arguyó Edwing, a punto de revelar algo desconocido para casi todos los demás – ¿Nyfaine?

La aludida se alzó de su asiento rígidamente, y trastabilló con la silla, poco acostumbrada a reuniones así, pues junto a Imeina, eran las más jóvenes e inexperimentadas de la estancia, recién llegadas. De hecho, ambas eran gemelas, idénticas en aspecto y brillantez, pero distintas en sus preferencias y campo de trabajo.

-¿Señor?

-Hay una forma de arreglar el tema meteorológico, ¿verdad?

-Sí.

Murmullos desdeñosos e incrédulos acapararon la sala, resonando en las paredes.

-Señores, sé que mi juventud les plantea un problema de credibilidad hacía mi juicio. Pero les pido por un momento que no me juzguen loco y valoren la alternativa. Nunca he hecho nada sin la aprobación de la mayoría - recordó, recostándose en la silla y cruzándose de brazos, mientras el silencio volvía a ocupar el vacío. Prosiguió - Bien, no sé si estarán al tanto del impulso que ha cobrado en los últimos años el área de investigación, sobre todo a nivel de infraestructuras. Nuestros enemigos cuentan con que sin magia, nos encontramos indefensos, y eso nos hace sospechar de cuál será su primer paso: eliminar la barrera mágica de los palacios. Saben, o creen saber que sin ella, no duraremos un segundo ante sus ataques. Pues bien, apenas tenemos magia es cierto, pero la poca que hemos conseguido recrear será muy útil aplicada a lo que se ha conseguido éstos días – se calló, y con un ademán de la mano, sugirió a una intranquila y parada Nyfaine que siguiese.

-Po-podemos empantanar… la zona… -trató de hablar ella.- Cualquiera…

-Imposible –cortó un altivo Zeeg.

-No… Hemos averiguado… conseguido una forma de hacer inaccesibles las zonas fronterizas…

-¿Cómo? – apremió un interesado Filan.

-Desviando… desviando las aguas gracias a… a una especie de sistema de tuberías recién descubiertos en el subsuelo.

-¿Eso significa que podemos sumergir todo el territorio fronterizo? Pero también supondrá un incordio para nosotros…

-Sí… No…

Expresiones aturdidas asomaron en la mayoría de caras de los presentes, sin dar crédito a lo que esa chica proponía, y sin entender demasiado bien a que se estaba refiriendo.

-Lo que Nyfaine intenta explicar, – intercedió Edwing nuevamente, para alivio de la aludida- es que es posible abnegar cualquier zona que nos interese desviando las reservas de agua yacientes bajo cada palacio durante el tiempo que estimemos conveniente.

-Pero si eso es realmente factible, y llegan a enterarse de lo vital que es… sería otro flanco abierto de fácil acceso por el que atacarnos-temió la peor Alodie.

-También… también hemos desarrollado una forma de que las agua permanezcan inalterables a cualquier cosa que se quiera disolver en ella – expresó casi indignada Nyfaine, al pensar que una científica no habría pensando en las eventualidades.

-¿Cómo? – relajó Alodie la preocupación en su voz.

Iba a contestar, pero a un gesto de Edwing detuvo lo que iba a ser la explicación.

-Existe la forma, Alodie. Pero prefiero que no os aburra con complicadísimos tratados de química o lo que quiera que implique. No tenemos tiempo para ello –cortó hábilmente él.

-Sin embargo, encaramos otro problema. Atravesar las zonas inundadas – ahora fue Calantha la que se hizo escuchar, anticipando que la discreción de aquellos que no deseasen hacerse notar, esas circunstancias no serían favorables.

-Eso es algo que también está solucionado y garantizado. La voluntad del agua responderá ante determinadas naturalezas, a las que obedecerá. A ninguna más – interrumpió nuevamente Imeina.- La historia habla de características distintivas entre razas. Lo único que ha habido que hacer es aprovecharlas. Reacciona a ellas, a la esencia vampírica.

Tras esa aclaración, a ninguno le quedó atisbo de duda de que la susodicha tenía algo que ver en el proyecto, aunque la pregunta era cuál debía haber sido realmente su implicación. No sólo las gemelas habían sido partícipes de él, en realidad el impulsor y principal artífice de los avances era la misma persona sentada a la cabecera de la mesa.

Un nuevo aire de respeto por parte de los oyentes hacía las dos hermanas se percibió en el ambiente, observándolas entre anonadados e impresionados. La decisión de Edwing ya no parecía tomada por puro capricho…

-¿Sería factible instalar algo permanente en ese recodo? – volvió al tema práctico Toft.

-Ese ha sido el objetivo del desarrollo – manisfestó el príncipe intuyendo el rumbo de la idea.

-Brillante – murmuró Filan.

-El área sud seguirá estando desprotegida – rebajó el entusiasmo un pragmático- No hay ninguna irregularidad en el terreno susceptible de ser aprovechada.

-¿Y si la dejamos desprotegida? – propuso Calantha.

-Es una locura.

-No, no lo es – intervino el hasta entonces silencioso Ofin.- Dejar ese flanco abierto, les haría pensar que la puerta al mundo humano se halla justamente en esa zona. Desviaría su atención de un punto vital.

-¿Y cómo contenemos un ataque masivo si se lanzan a derribar ese lado? Aunque no sea vital, si arrasan con toda su fuerza disponible, la principal defensa del país quedaría tocada seriamente – advirtió Filan.

-Desplegando a mi unidad en la zona – propuso Delbert.

-Demasiado arriesgado. Sería concentrar la fuerza de mayor respuesta en una sola área. Sólo tendría sentido si supiésemos con seguridad cuál es su plan –matizó Filan.

-Pero los magos subestiman el poder armado. Atacarán a distancia y con energía mágica. Con un número suficiente podemos doblegarles fácilmente…-siguió insistiendo Delbert.

-¿Y cómo llegamos hasta ellos? Pueden eliminarnos a todos antes de que alguno de los nuestros consiga tocarles un pelo. Sin contar con la cantidad de protecciones con la que probablemente rodearán su frontera.

-¿Cómo suprimimos esa ventaja?

Nadie se atrevió a proponer un plan, y muchos menos a dar una respuesta al interrogante. Todos sabían que estaban en desventaja mientras no encontrase solución alguna al factor espacio.

-¿Imeina? – llamó Edwing.

-¿Mi señor?

-¿Tú qué opinas?

-Al ser seres más emocionales que racionales los minotauros son en cierta forma previsibles, pero no así los magos. Se creen todopoderosos y poseedores de la mayor inteligencia de las seis razas. Además son hipócritas, ladinos y envidiosos y ninguno de nuestros antepasados se pudo anticipar a sus planes.

-Imeina, no me hables del pasado, háblame del futuro.

-¿Mi señor?

-Sí, Imeina. ¿Qué ves?

-Pero…

-No es un secreto la importancia que tuvo el oráculo, ni tampoco la existencia de las doncellas versadas en el conocimiento arcano de la videncia.

Muchos malinterpretaron el significado de la frase anterior, por lo que asistieron estupefactos a los nuevos derroteros de la conversación, no dando crédito a la revelación de la verdadera naturaleza de la chica.

-¿Es una vidente? – buscó aclarar la situación Vissia en nombre de todos.

-En realidad está llamada a ser el futuro oráculo – al nombrar su futuro cargo, al príncipe se le pasó por alto el detalle de que la chica se mordió los labios.

Las videntes eran un reducido grupo de mujeres poseedoras de un instinto premonitorio altamente desarrollado, superior a la mera intuición, revelando en muchas ocasiones un conocimiento futuro que seguía las directrices predichas de distintas formas por sus integrantes. Pocos conocían la identidad real de sus integrantes, sólo siendo de dominio público quién era la mayor institución y directriz, el oráculo. Muchos rumores rodeaban a su figura: desde que veía nítidamente el invisible destino de cada persona, hasta que una sola decisión o gesto suyo podría alterar rumbos vitales en el orden del mundo, al igual que el desconcierto entorno a su naturaleza. Varios habían sido los oráculos importantes a lo largo de la historia del reino de los vampiros, pero ninguna gozó de la fama, la importancia y el reconocimiento que tuvo la última oráculo, a la cual aún se seguía buscando sucesora. La reina consorte y madre del heredero… la madre de Edwing. Y su leyenda creció debido a su súbita desaparición ocho años atrás, sumiendo primero en un inicial desasosiego al rey, y en una cruel frialdad después y a Zeeg en un desdén indiferente, como si no les importara, como si deseasen eliminar el cálido recuerdo evocador de su presencia.

Edwing nunca lo entendió, y mucho menos pudo perdonarlo. Aquel suceso le sumió en un dolor que no pudo exteriorizar, demasiado presionado por un padre que castigaba severamente cualquier muestra de debilidad y redobló sus esfuerzos para convertirle en una persona inflexible, impasible, orgullosa y digna de ostentar el rango de heredero al trono. Poco a poco, negándolo, sumió al dolor en un letargo oscuro, convenciéndose de que no importaba, diciéndose que si no sentía, todo sería más fácil. Y resultó. Sólo que el precio fue distanciarse a sí mismo de todo y de todos, sin apegarse a cualquier cosa fugaz que pudiese desaparecer. El suceso trajo consigo la desaparición de sus sueños infantiles, y la complicidad de la madre que los mantenía vivos con su optimismo y su calidez. Se había esfumado el vínculo que realmente hacía de ellos una familia, el punto de apoyo, la comprensión, el afecto y la confianza de un heredero que sólo encontraba fuerza en la sonrisa materna. Sin ella, los tres hombres no eran más que extraños compartiendo un lazo sin valor alguno, carentes de una unión real salvo tal vez, la de rey y vasallos. Una familia de desconocidos que ni se conocían, ni se entendían ni tampoco se esforzaban en ello.

Su ausencia no sólo resultó significativa en la familia. También cobró vital importancia en el reducido grupo que ella dirigía y lideraba. Un descontrol total de apoderó de la señecta organización, porque ninguna de las adeptas estaba a la altura de sucederla, ninguna que tuviese edad suficiente para ser consciente de la importancia del rango. Así que ante la desaparición de la líder, y al no haber sucesora alguna, todas ellas empezaron a ser secundarias hasta finalmente verse relegadas al olvido, de ahí que pocos apenas reparasen en su existencia. No obstante, una chica que había ingresado en la orden recomendada directamente por la jerarca, haciéndose cargo personalmente de su educación ya despuntaba en esa época, aunque no tenía edad suficiente para hacerse cargo de algo de tanta responsabilidad… Esa chica era Imeina, a la que muchos presionaban para que retomase el liderazgo vacante e hiciese resurgir el esplendor e importancia de los viejos tiempos. Pero por algún extraño motivo, ella se negaba, alegando que no estaba a la altura de la anterior oráculo, y recordando que tal vez, igual que desapareció, volvería a reaparecer. A pesar de todo esto, ella era la vidente de mayor rango, y como tal, acudía al consejo aportando no sólo su conocimiento de historiadora.

-Imeina, no te lo pediría si estuviésemos en otras circunstancias.

-Realmente no es nada específico, además cambia a menudo.

-Sólo dínoslo para tener un hilo del que tirar.

-A priori la cooperación entre ambos países es plena. No obstante, cada uno tiene objetivos diferentes y recelan los unos de los otros, algo que han ocultado hábilmente. A los que mis premoniciones no llegan, es a ver dichos motivos. Tienen algo muy bien estructurado, o muy bien oculto para que sea posible vislumbrarlo. Eso, o quizá es que nada está decidido aún, y esperan el momento propicio para tomar cartas en el asunto. Es algo demasiado inconsistente para poder formular una teoría clara.

-Vissia.

-¿Señor?

-Ordena traer a las prisioneras.

-Enseguida.

Todos vieron a la mujer alzarse, inclinar la cabeza y salir ágilmente por la puerta, sumiéndose la sala en el silencio al disiparse el eco de sus pasos.

-Gard – lo interrumpió nuevamente el príncipe.

-¿Señor?

-¿Cuáles son las propuestas que nos presentan? ¿Qué alianzas nos proponen?

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