Reflejos VI





Al llegar al palacio, respiró profundamente, dejando salir consigo las preocupaciones que se cernían sobre su cabeza. La reunión del consejo le hizo comprender las turbias aguas en las que nadaba, anhelando haber compartido otros tiempos con ella. Ella... el último comentario de su hermano trajo consigo el último empujón para mantener definitivamente todos sus instintos alerta. Algo planeaba, y el cúmulo de circunstancias dibujado en el horizonte, lo presagiaban. Aparte de eso, se daban las mejores opciones para desarrollar cualquier intriga en la astuta mente de su pariente. Cómo deseaba que el rey retomara las obligaciones traspasadas... mas eso se tornaba una quimera. Tan sólo era príncipe heredero de título, pero ya ejercía como soberano, algo por todos conocido y aceptado. Y como tal, le tocaba gestionar los tiempos de crisis y no morir en el intento...

Husmeó el viento cómplice, consciente que él traería su esencia, descubriéndole con seguridad la localización exacta de ella. No obstante, su presencia reabría preguntas por formular y respuestas por formar. Suspiró. Los problemas en tiempo de crisis se multiplican, ley de vida.

Se olvidó de todos esos problemas al divisarla antes que olerla. Yacía dormida entre las flores del jardín trasero, sobre el borde del estanque situado en el centro, con parte de su melena sumergida en el agua. Descalza sobra la tierra húmeda y tiritando de frío.

Pronto sus contornos diminutos aumentaron su tamaño al real que él ya conocía, pues se encontraba de pie ante su figura dormida. Se agachó para contemplar aquella imagen que irradiaba un candor increíble en esa tierra de sempiterna oscuridad, de flores muertas, intrigas, guerras intangibles pero reales y esperanzas desvanecedoras. ¿Hizo bien en traérsela consigo? Tal vez hubo de esperar a que el papel de su clan estuviese claro y contase con al menos una posición firme en el conflicto. Ahora no sólo debía velar por los intereses de aquéllos que confiaban en su persona, también los de aquella humana que no debía amar. Y que a pesar de todo, amaba por encima de su gente.

Apretó los puños debido a esa impotencia que empezó a sentir en aquella sala. ¿Por qué las cosas no podrían haber sido de manera radicalmente opuesta? Su intuición le decía que el juego en el que se hubo metido algo ingenuamente, le iba a costar muy caro. Alto el precio, alto el sacrificio.

Movió la cabeza de un lado a otro, deshaciéndose de los oscuros pensamientos y enfocó sus pupilas en ella. En el pecho que subía y bajaba, culpable la respiración que le otorgaba la vida, en el semblante sereno, ajeno a los hilos moviéndose a su alrededor, el cuello de indefensa fragilidad, la melena castaña medio sumergida en el agua, los pies diminutos de porcelana azulada... Y se fijó en que tiritaba del frío, resguardada únicamente con aquel vestido hecho a su medida, sin ropa de abrigo, y los zapatos desperdigados como innecesarios en algún recóndito lugar. Se preocupó al pensar en el tiempo que llevaba aletargada en ese estado, así que con suavidad le acarició las mejillas, intentando que recobrara la vida perdida durante el sueño, sin que su despertar fuese brusco.

Notó el cambio de ritmo de su pecho y sus ojos abriéndose súbitamente, incorporándose como un resorte, temerosa, desorientada y alerta.

-Tranquila, soy yo. Ya he vuelto.

-Aléjate-le sorprendieron sus palabras, así como el dolor y odio de sus ojos.

-¿Pero qué...?-intentó acercarse a ella.

-No te acerques, embustero aprovechado.

-Mira, si esto es una broma, no tiene gracia.

-No, no es una broma. ¿Era para eso para lo que me querías? Te habría resultado más fácil obtenerlo directamente, pero no, tenías que hacerme sufrir- dijo con rencor.

¿A qué se refería? ¿Qué le ocurrió durante su ausencia? Nada malo podría ser, el castillo estaba vacío a no ser que alguien se hubiese infiltrado. ¿Era eso posible? Husmeó nuevamente los aromas del viento, delatando una presencia que previamente estuvo en ese mismo lugar. Y no era otra más que la de Bruria, la amiga o prometida o cómplice o alguna cosa similar de su hermano. Aunque lo preocupante aparte de eso, era el como ellos sabían de la existencia de Lyselle en aquel lugar.

Su silencio no hizo más que embravecerla, por lo que se levantó temblando de pies a cabeza, no gracias al frío en esta ocasión, y tomó el camino que conducía directamente a la salida de ese rincón. Unos pasos atrás, él se irguió con sentimientos encontrados e impidió su escape asiéndola fuertemente por la muñeca.

-¿A dónde vas?

-Suéltame-murmuró con voz quebradiza.

-No hasta que aclaremos las cosas- declaró apretando su presa.

-Me haces daño.... Suéltame, por favor...-suplicó percibiendo el olor de sus silenciosas lágrimas deslizándose por sus mejillas.

-Unas horas atrás me creías, ¿qué ha hecho cambiar a tu corazón?

-Este jardín... Las rosas negras no demuestran el amor por alguien, ¿verdad? Por eso necesitabas sangre humana, para embellecerlas, para que fuesen rojas, para regalárselas a ella, a tu prometida...-susurró rota, con el corazón perdido en unos latidos que ya no percibía en su pecho- Sólo era algo útil, y ahora qué harás, ¿matarme mientras os bebéis mi sangre en el festín?

- No tengo prometida-dijo con calma

-Y esa pelirroja y de ojos violetas que vive aquí, ¿qué es, la criada? Ella misma me dijo, que tu boda se celebrará en breve, y con ello deduzco que vuestra coronación.

Rechinaron sus dientes en el silencio que siguió a esa explicación. Ella sumida en el dolor de su traición, y él dividido entre la tristeza de lo poco que confiaba en él, el miedo de cómo las cosas se le estaban descontrolando y el dolor de saber que eso no sería más que el primer obstáculo entre ellos.

-No, esa mujer no es nada de eso. No me equivoco al afirmar que se trataba de Bruria, su aroma impregna este jardín. No sé con que tretas te habrá engañado, pero todo es una mentira. Ella en realidad, es la supuesta prometida de mi hermano pequeño.

-Encima eso...

La volteó bruscamente para evitar que siguiera alejándose de él. Mas al presentir que le rehuiría, la obligó a mirarle cara a cara sujetándola por los hombros.

-Esa mujer no tiene nada que ver conmigo. ¿Tan poco confías en mí, como para creerte los embustes de esa mujerzuela de tres al cuarto? Sé que apenas nos conocemos, pero al menos, hasta ahora no he hecho nada para merecerme esa suspicacia.

-¿Cómo no creerla cuando me dijo cosas que tú nunca me contaste? ¿Cuándo me explicó las dudas que tú prometiste contarme? Además ella merodeaba por un palacio que según tus propias palabras estaba vacío, ¿qué iba a pensar? De todas formas, me da igual, mátame o déjame marchar, ¡pero hazlo ya!- gritó con rabia forcejeando intentando librarse.

-¡Antes me escucharás!-replicó arrojándola al suelo contundentemente, asegurándose que no se hiciese daño en la caída-. Qué quieres que te cuente, ¿qué soy un príncipe? Pues si lo soy. ¿Qué me coronarán? También es cierto, pero lo harán cuando me case, y no con ésa que me has nombrado. Como te comenté antes, Bruria no tiene nada que ver conmigo, y la escenita en la que supongo que te ha metido es cosa de mi hermano pequeño. ¿Ah, qué no te lo dije? Disculpa, pero no es agradable hablar de una familia en la que tu hermano conspira a tus espaldas para traicionarte en un momento tan delicado para hacerse con el poder, además de un padre que ha decidido abdicar sin hacerlo, porque ya se aburrió de los problemas que acechan por todos lados. ¿Qué por qué te mantengo aquí? Porque antes o después verás el amor con el que tratan a los humanos los de mi clan, y sentirás su desprecio y odio sólo por ello. Las cosas se han precipitado, lo sé, pero desconozco el cómo o el por qué, y eso me preocupa, pero los comentarios de Zeeg en el consejo me hacen sospechar que tiene algún espía que ha seguido mis pasos, y conoce de tu permanencia aquí. En cualquier caso, eso no me preocupa ahora, mañana te presentaré como mi prometida o te dejaré marchar, acorde a tus deseos. Pero lamento decirte que ambas opciones presentan inconvenientes. Siento no ser el príncipe azul ideal-terminó su discurso en tono mordaz, percibiendo como una pesada losa se levantaba de su cabeza.

Relajó la tensión de su espalda, y se fijó en la ahora silenciosa muchacha. Y sonrió al observarla. Anonadada como estaba, con los ojos abiertos como platos y la boca que casi rozaba el suelo. Divertido, olvidado de pronto el tono pesimista de sus declaraciones y previsiones, movió la mano delante de sus ojos tratando que volviese al plano material y reaccionase. Al final lo hizo.

-Yo... Esas opciones, ¿a qué senderos conducen?

Suspiró y se sentó frente a ella, en medio de aquellas rosas negras.

-Verás, el motivo por el que no te convertiste en vampiresa justo tras morderte, fue por algo que dijo Ekain. Soy el heredero legítimo, y como tal, puedo elegir a la que me acompañará en mi pequeña eternidad. El hecho de que pueda elegir y te mordiese sin tu consentimiento dejó abierta las dos posibilidades, una que has de tomar tú, y por supuesto, con consecuencias. Por eso, ahora mismo, no eres ni humana ni vampiresa, pues de ti dependerá tu naturaleza. Estás en algo así como un limbo, y extrañamente, en ese estado de no ser en que te encuentras, no hay problemas de que te quedes embarazada si te hago el amor, pues si tú en principio no existes, un futuro hijo no puede crearse no siendo, es algo insólito, pero así van las cosas.
¿Crees que no me preocupaba por eso? No quiero un hijo en este mundo absurdo de dolor, sin que tú ni yo hayamos hecho las paces con nuestros respectivos fantasmas.

-No es eso lo sorprendente... Yo creo que eres tú... –manifestó ocultando su gesto a su inquisidora mirada, interiormente conmovida por su preocupación - ¿Y mis dos opciones?

-Cierto, con los últimos acontecimientos no pude explicártelo. Temo decirte que te quedan 5 horas para decidir. Verás, si optas por seguir siendo humana, volverás a tu mundo, pero eventualmente volverás a verme, pues te he marcado como presa. A lo que me refiero es que en principio me alimentaré de tu sangre.

-¿En principio?

-Si tú no quieres dármela, no te forzaré a que me la ofrezcas.

-¿Beberás de otra mujer?-preguntó indecisa y cierto tono molesto en la voz.

-No.

-¿Qué harás, entonces?

-No te preocupes por eso ahora. La otra, sería que aceptarás tu transformación convirtiéndote en vampiresa, pero si lo haces, quiero que sepas que no dudaré en hacerte mi consorte, no soportaría verte lejos de mi lado.

-¿Si me transformarse me aceptarían?

-Difícilmente. Hay una jerarquía no oficial comúnmente aceptada. No es mi intención engañarte, probablemente se encargarán de hacerte la vida imposible, hasta que les demuestres que eres digna de ese cargo. Y aún así, te respetarán por lo que representas, nada más, no esperes hacer amigos en la corte. Asimismo, está peor visto alguien transformado, que alguien humano.

-Y... ¿no hay más opciones?

-¿Más opciones?

-Sí... ¿No podría seguir siendo humana y quedarme a tu lado? Si de todas formas van a despreciarme...

-Tú, ¿por qué harías eso?

-Yo... sé que tú me lo has dicho antes sin dudar y yo no te he dado ninguna respuesta. Creo que te mereces una....

-Si te refieres a lo de que te quiero, no es necesario, de verdad- afirmó con el corazón en un puño, temeroso de su respuesta.

-No verás, mentiría si te digo que estoy totalmente convencida de ello. Estoy algo aturdida aún con todos estos cambios, tanto que no soy capaz de descifrar mis sentimientos. Aunque si es cierto, que sé que sería muy fácil enamorarme de ti. No quiero decirte algo que ahora mismo no es cierto. Pero si hay algo de lo que estoy segura, es que me gusta estar contigo y quiero conocerte, que sonrías para mí, intentar aliviar tu tristeza, protegerte de alguna manera... No sé si es amor o cariño aún, es por eso por lo que creo que casi he tomado mi decisión- explicó.

-No hace falta que me la digas ahora, medita un poco más-le ofreció, a pesar de ser una mera excusa para retrasar lo máximo posible su respuesta-. He de irme. Por favor ten cuidado, sobretodo con esa mujer-anunció levantándose dispuesto a retornar a escuchar la decisión que marcaría el inmediato futuro.

-¡No te preocupes, me apertrecharé en el castillo y no dejaré que nadie entre!-exclamó toda convencida, puño en alto.

-Empiezo a creer que tienes demasiado tiempo libre. Ah, dos cosas más.

-Dime.

-¿Por qué te has quitado los zapatos con la brisa que corre? Tiritabas al encontrarte.

-No es que me los haya quitado, es que no me los he puesto.

-¿Cómo?-empezaba a preguntarse como funcionaba su mente.

-No sé cómo llevar zapatos de tacón y no abrirme la cabeza en el intento- aseveró con un tono victorioso, como orgullosa de ello.

La observó como si fuera la mujer de la raza más rara que existía. No, lo era, se corrigió mentalmente. Prefería que se le congelasen los pies a quedarse dentro, o hacerse algunas magulladuras. Aunque tal vez realmente era nula para ellos, ya lo comprobaría si decidía quedarse.

-En fin, si te quedas ya arreglaremos el tema del armario. Me voy-le dio la espalda dispuesto a irse.

-Espera-le detuvo agarrando el extremo de su chaqueta.

-¿Sí?

-¿Cuál era la otra cosa que ibas a decirme?

-Ah, sí. Estás preciosa con ese vestido-y antes de marcharse definitivamente la besó en la frente y desapareció en el cielo.

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